Es evidente que, cuando el Sevilla se enfrenta a cualquiera de los dos mastodontes, está en una clara inferioridad. Inferioridad en potencial deportivo, que es del todo lógica, por la abismal diferencia que hay en ingresos entre los clubes, pero también inferioridad en el trato arbitral, ya que, en caso de duda, siempre van a favorecer al poderoso. Y yo me atrevería a decir que ni siquiera en caso de duda, sino que, algunas veces, les favorecen descaradamente, sin importantes un pimiento el equipo más débil. Simplemente, los árbitros no quieren meterse en líos y van a lo fácil. Nadie les va a culpar de favorecer al Madrid, pero como les perjudique, saltará sobre ellos la jauría mediática y los despedazarán sin piedad.
En el partido de mañana, para empeorar las cosas, también habremos disfrutado de menos tiempo de descanso, exactamente 27 horas menos que los privilegiados jugadores del Real Madrid. 27 horas menos para recuperarnos físicamente de un intenso partido contra el Español, pueden marcar la diferencia.
Pero aunque seamos inferiores en potencial económico, deportivo, y nos menosprecien los árbitros, jamás podemos saltar al terreno de juego con una mentalidad de perdedores. Lo mínimo que se le puede exigir a nuestros jugadores y entrenador es que lo den todo por la camiseta del Sevilla y que no salgan derrotados desde el vestuario. Y eso es, precisamente, lo que creo que ha ocurrido en los últimos Madrid-Sevilla, donde hemos sido goleados. Si nos tienen que ganar porque sean mejores, perfecto, pero me revienta perder por falta de ambición o confianza.
Después, si el árbitro de turno nos anula un gol legal, o el Madrid nos marca en fuera de juego, o nos machacan a tarjetas amarillas, pues nos aguantamos, entre otras cosas, porque en esta liga tan corrupta, donde hay un reglamento y unas normas que se aplican de forma distinta dependiendo de los equipos implicados, puede considerarse hasta normal. Es una pena y una vergüenza que en nuestra liga no exista el juego limpio y el principio de igualdad –básico en cualquier competición seria–, pero es así. Y pienso que seguirá siendo así durante mucho tiempo, para desgracia de los aficionados al fútbol, que tenemos en la Premier League el ejemplo a seguir.
Ganar en el Bernabéu o en el Nou Camp es complicadísimo y sólo está al alcance de los mejores, ya que hay que hacer un partido perfecto, tanto en ataque como en defensa, que la suerte te acompañe, que el rival no tenga su día –siempre tendrá un equipazo– y que el trío arbitral medio te respete, es decir, que no te perjudique mucho.
Casi con toda seguridad, no veré el partido. Últimamente siempre acabo indignado con los Madrid-Sevilla o Barcelona-Sevilla. Si no es por el planteamiento cobarde y sin ambición de Emery, es por la actitud de nuestros jugadores, o del trío arbitral. Así que ojos que no ven, corazón que no siente.
Claro que siempre digo lo mismo, y siempre acabo viéndolo. Masoquismo se llama eso. Aunque algunos lo confunden con sevillismo.