Lo que parecía, dadas las circunstancias, que iba a ser una victoria tranquila, se convirtió en una victoria sufrida y, más bien, incluso agónica. Es increíble la incapacidad de Emery para controlar los partidos en superioridad numérica. Lo que para cualquier entrenador es una bendición, para Emery es un suplicio. Y nuestro entrenador no puede escudarse en las numerosas bajas –aunque se notan una barbaridad los seis lesionados–, porque tenía a la solución en el banquillo, recién llegada de la Copa de África.
El partido se puso muy cuesta arriba para los intereses sevillistas, ya que antes del «minuto Puerta» ya encajamos un gol de penalti. Cuando todos esperábamos la expulsión de Beto, González González sólo le mostró amarilla. En directo me dio la impresión de que se equivocó, puesto que parecía clara la expulsión, pero viendo la repetición, se observa que Salva Sevilla, de no haber sido derribado, no habría llegado a marcar, puesto que, o bien habría salido el balón por la línea de fondo o, lo más probable, habría llegado Diogo al balón antes que el jugador perico.
Por tanto, creo que González González acertó en esa polémica ocasión, pero fue de lo poquito que hizo bien. No sé si es porque no tenía la conciencia traquila o por otros motivos, pero lo cierto es que, a partir del penalti, no paró de perdonar tarjetas amarillas a los jugadores del Español. Dejó impunes una entrada por detrás, una mano voluntaria de Cañas –que creo que habría supuesto la segunda–, un agarrón cortando un contragolpe… y varias jugadas más que eran merecedoras de tarjetas. Pues nada, sólo mostró dos y la tarjeta roja a Casilla, que fue clarísima.
Por cierto, el penalti protagonista del partido no debió haber sucedido nunca. En primer lugar, porque Banega no puede quedarse solo, dentro del área, y tirar al muñeco. En segundo lugar, porque tras el despeje, hay un plantillazo, o posible plantillazo, a Diogo. En tercer lugar, porque hay un empujón clarísimo a Fernando Navarro. Y en cuarto lugar, porque Diogo no puede, o no debería, regalar el balón a un contrario siendo el último hombre. Tres o cuatro fallos en cadena, dos de ellos de jugadores del Sevilla, hicieron posible la jugada.
En cuanto al partido en sí, hubo varios jugadores que estuvieron a buen nivel:
Iago Aspas. Fue, sin duda, el mejor. Presionando como el que más y siendo un incordio para la defensa españolista con sus desmarques. Hizo lucirse a Casilla, provocó la expulsión de éste, al evitar un gol suyo; tiró al palo, y marcó el tercero y definitivo. Un partidazo. La verdad es que su actuación volvió a hacer que me preguntara por qué demonios no juega más el gallego, puesto que, en mi opinión, aporta mucho más que Bacca y Gameiro.
Iborra. Gran partido el suyo, pero pasamos apuros por su culpa. En primer lugar, por tirar al palo cuando lo más fácil era colarla dentro –cuesta trabajo creer que empezara su carrera como delantero–. Y en segundo lugar, por perder el balón en el centro del campo, en una mala entrega a Fernando Navarro, jugada que dió lugar al 2-2. Poco después también tuvo una ocasión clara, dentro del área, pero lanzó a las nubes.
Fernando Navarro. Otro partidazo del catalán. A este paso le va a quitar el puesto a Trémoulinas.
Vitolo. Buen partido el suyo. Dio posesión al centro del campo y volvió a ver puerta.
Diogo Figueiras. Su error en la jugada del penalti pudo costar el partido, pero también es cierto que marcó el primer gol, dio buenos pases y estuvo muy rápido y vertical. Diogo afirma que su gol fue queriendo. Yo tengo mis dudas. Lo que sí tengo claro es que el gol de este vídeo no es queriendo. Vaya suerte.
Banega. No hizo un gran partido, pero sí por encima de su nivel habitual. Centró al área con peligro y habilitó a Aspas en la jugada de la expulsión de Casilla. Su lunar fue, como he dicho antes, tirar al muñeco, cuando tenía toda la portería para él, en la jugada que fue el germen del penalti de Beto.
Los centrales. Tanto Arribas como Kolodziejczak hicieron un buen partido. Como siga así, el polaco-francés va a callarme la boca y convencerme de que es un buen central.
Lo que menos me gustó del partido fue el mal planteamiento de Emery, jugando en superioridad, y, sobre todo, la falta de orden que tuvo el Sevilla tras conseguir el 3-2. Jamás un equipo en inferioridad numérica te puede montar varios contragolpes, cuando además el Sevilla iba ganando. Ni tampoco se pueden provocar faltas al borde del área cuando al partido le queda el último suspiro. De todo ese desorden, el culpable es Emery.
Tampoco me explico el problema que tiene Emery con los cambios. El Español hizo su último cambio en el minuto 46. Sin embargo, Emery tuvo que esperar a que el Español empatara el partido, para dar entrada a Denis Suárez, en el minuto 78 y a Bacca en el 79. Todo eso, cuando el desgaste en varios jugadores era evidente y cuando el equipo estaba plagado de tarjetas amarillas. Un riesgo absurdo e innecesario que no alcanzo a comprender.
Por suerte, al final nos llevamos los tres puntos en un partido histórico –primera vez que juegan cuatro porteros en un partido de liga y todos encajan goles–, plagado de suplentes por parte de ambos conjuntos, lleno de intensidad, emoción y goles. Tres puntos muy necesarios y que nos hacen seguir arriba, peleando por plaza Champions.