Pues ya está. Una vez más lo que parecía imposible, por la dificultad de los rivales, se convirtió en posible y en realidad. Siempre me pasa igual y en esta Europa League no iba a ser menos. Eliminar a rivales de la talla de Manchester United o Juventus, a doble partido, no es nada fácil. Son mastodontes europeos, a todos los niveles, y, una vez superados, siempre espera un gran rival en la final, que en esta ocasión ha sido la U.S. Roma.
El partido contra la Roma fue exactamente como se esperaba: durísimo. No puede ser de otra manera cuando enfrente tienes un equipo italiano, que ya sabemos todos que son tan competitivos como marrulleros.
En la primera parte, en líneas generales, fueron superiores.. El Sevilla no lograba superar su doble línea defensiva y sucumbía a su organizada presión. Fruto de ésta llegó el gol visitante. Rakitic pierde un balón e, incomprensiblemente, sorprende a nuestra defensa muy desorganizada, con los centrales muy juntos, dejando completamente desmarcado al jugador rival de más calidad, Dybala, quien no tuvo ningún problema en batir a Bono.
Siempre es importante marcar primero, y en una final aún más. Tocaba recomponerse del mazazo, y el Sevilla lo hizo bien. Primero, avisando con un disparo de Rakitic que mereció ser gol. Su fuerte chut se estrelló en el poste. Incluso estuvo muy cerca de tocar en Rui Patricio, que se había estirado inútilmente para despejar el balón, y colarse de rebote. Y después, ya en la segunda parte, continuó percutiendo sobre el área romana hasta que logró el empate. Con algo de fortuna, la que le faltó en el disparo de Rakitic, al ser en propia puerta. Pero empate al fin y al cabo, que es lo importante.
Quedaba mucho tiempo y mucha incertidumbre. Partido muy igualado, que acabó en prórroga. Y ahí precisamente es donde más sufrí, sobre todo a raíz de dos o tres estúpidas e innecesarias faltas en los minutos finales, donde ya no hay remedio. Afortunadamente, no hubo que lamentarse.
Estaba deseando llegar a los penaltis, porque estaba seguro que Bono marcaría las diferencias. Y así fue. El marroquí es un artista atajando penaltis. Tras el susto de ver a Montiel fallar un penalti, que tuvo que repetirse tras revisión del VAR, llegó la alegría de ver al mismo Montiel marcar el penalti definitivo, el penalti que traía la séptima Europa League a Sevilla.
No pude viajar a Budapest por no encontrar vuelo chárter, pero lo disfruté por televisión. Eso sí, por televisión se sufre mucho más que viéndolo in situ. Incluso por la caja tonta se apreciaba que la afición sevillista acalló a la romana. Todo un espectáculo, de principio a fin.
Muchas felicidades a todos los sevillistas. Una temporada que podía haber acabado en desastre ha acabado en temporada histórica y gloriosa. Otro título europeo más y clasificación para la Champions League, con lo que eso supone económica y deportivamente.