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A Sergio Ramos le habríamos perdonado hasta que hubiera dicho lo del tren

Sergio Ramos se quitó la careta ayer, en el Ramón Sánchez Pizjuán. Ya no engañará a nadie más.

Hay aficionados y periodistas, normalmente de fuera de Sevilla, que se  se extrañan del recibimiento de Sergio Ramos cada vez que juega con el Sevilla, club que le formó y donde dejó la nada despreciable cifra de 27 millones de euros. A mí, sin embargo, me parece de lo más normal que se le pite y se le abuchee. ¿El motivo? Sergio Ramos engañó a la que era su afición. Recuerdo que se hartaba de decir que no se iría al Madrid, pero en realidad estaba negociando con el equipo de Florentino, presionó siguiendo las instrucciones de éste, y cuando ya se cerraba el plazo, poco antes de las 12 de la noche, depositó la cláusula en la sede de la LFP.

A la gente no le gusta que le engañen. Podría haber dicho la verdad: que se iba al Madrid porque iba a ganar mucho más dinero, o porque iba a ser más famoso y aparecería en televisión cada dos por tres, o porque iba a tener muchas más posibilidades de ganar la Liga –bien fácil, porque el Madrid sólo tiene un rival– o la Champions, o multitud de títulos. O incluso podría haber dicho las frases hechas que utilizan muchos: «No podía dejar pasar el tren», o como ha dicho Lenglet cuando ha dejado el Nancy: «era una oportunidad que no podía desaprovechar». O incluso alguna de esas pamplinas de «me voy pero siempre llevaré al Sevilla en el corazón». Pero no, el escogió salir por la puerta de atrás.

Otros jugadores, como Rakitic, Alves también se fueron a equipos poderosos, dejando muchos millones, pero dejando también muestras de cariño por el que fue su club. Aunque también hay que recordar que Rakitic también engañó al Sevilla. No paraba de decir que renovaría, pero, a la hora de la verdad, dabas continuas largas porque estaba en negociaciones con el Barcelona.

Tanto Rakitic como Alves son foráneos y no se jactan de ser sevillistas. Sergio Ramos sí, pero no lo demuestra. Una prueba de ello la tenemos aún reciente, en esa Supercopa de Europa que perdimos estúpidamente por no saber retener el balón en un córner. Maradona, o cualquier otro jugador con algo de calidad técnica y picardía, se habría llevado media hora pegado al banderín de córner. Pues en esa Supercopa fue Sergio Ramos quien marcó el gol que daría lugar a la prórroga,  en el descuento. Entiendo que es un profesional y que se debe al club que le paga. No va a tirar el balón fuera, pero lo que no puede hacer, si en verdad se considera sevillista, es celebrar el gol como lo hizo. Yo creo que ni el más bético de los béticos lo habría celebrado tanto. Sevillista no creo que sea, pero no tengo la más mínima duda de que es muy madridista. Soy incapaz de imaginarme a ilustres sevillistas como, por ejemplo, Jesús Navas o a Kanouté, celebrando un gol así ante el Sevilla.

Sin embargo, curiosamente, Sergio Ramos tenía a la afición dividida. Supongo que sus continuas alusiones al que fue su amigo, Antonio Puerta, habrían suavizado la actitud de parte de la afición hacia él, o también habrá gente que no le dé importancia a las formas y opine que hizo bien en irse. Pero ayer, cuando marcó el penalti a lo Panenka, miró desafiante a la grada y remató la niñería con gestos chulescos, consiguió poner a todo el estadio en su contra. El chivato de la LFP podría poner en su informe, sin miedo a equivocarse, que «todo el estadio cantó al unísono y de forma coral: «Sergio Ramos, hijo de puta»». Y el que no lo dijo, lo pensó, como fue mi caso.

Por supuesto, Sergio Ramos no será sancionado por provocar a la grada, aunque podría, según el Código Disciplinario de la Real Federación Española de Fútbol. En el apartado de «Infracciones graves y sus sanciones», el artículo 93 recoge las provocaciones al público. Dice, textualmente: «Provocar la animosidad del público obteniendo tal propósito, salvo que, por producirse, como consecuencia de ello, incidentes graves, la infracción fuere constitutiva de mayor entidad, se sancionará con suspensión de cuatro a doce partidos».

Por si fuera poco, parece que Sergio Ramos ha perdido el norte definitivamente. Ayer, por lo visto, se permitió el lujo de decir que el Presidente del Sevilla debía tomar medidas para que la afición «no quedara manchada». ¿Pero quién se cree que es? ¿La afición del Sevilla va a quedar manchada porque no reciba bien a un jugador? Es comprensible que no le guste que le insulten, pero si le afecta tanto como para provocar al público, quizás debería dedicarse a otra profesión. Raro es el futbolista que no recibe insultos, normalmente de aficiones ajenas, pero algunos incluso de la propia.

En fin, ya no hay vuelta atrás. Ya puede considerarse, sin ninguna duda, de que Sergio Ramos es persona non grata entre el sevillismo.

 

Sevilla FC 3 – R. Madrid 2. El Sevilla se divierte con el Madrid

Sorprendente partido el que pudimos disfrutar ayer los sevillistas. Sorprendió Emery con la alineación inicial –por fin, jugaron Immobile y Andreolli–, al igual que fue una agradable sorpresa la capacidad de reacción del Sevilla, que fue capaz de revertir la situación en la que estábamos tras una muy mediocre media hora, donde el Madrid fue el dueño y señor del partido.

El gol del Madrid llegó en un error grave, puesto que Sergio Ramos remató solo en un córner. Precisamente, se dejó sin marca al jugador que tiene que estar más vigilado, porque es el que mejor domina el juego aéreo. Ese mismo error le costó una Champions League al Atlético de Madrid. Por suerte para nosotros, al final no tuvo grandes consecuencias.

Muchos temíamos que ese primer golpe fuera el inicio de una goleada, como ya ha pasado en otras ocasiones, pero nada más lejos de la realidad. No había pasado ni un cuarto de hora cuando Immobile consiguió la igualada, tras un complicado remate, con poquísimo ángulo.

Se llegó al descaso con empate a uno en el marcador y el equipo empezó a creer. Y creyó hasta el punto de llegar a bailar al Madrid en determinados momentos de la segunda parte. Esto fue posible por el gran partido de nuestros centrocampistas, especialmente de Krychowiak, Konoplyanka, Vitolo y Banega. Nzonzi estuvo como siempre, perdido y falto de confianza, aunque también más acertado que de costumbre.

El 2-1, tras una jugada sensacional entre Konoplyanka-Immobile-Banega, puso el partido bastante de cara. Y el 3-1, un cabezazo de Llorente –su especialidad–, a pase de Mariano, casi lo sentenció. Digo «casi sentenció» porque aún quedaban veinte minutos, más el tiempo añadido, y eso contra un gran equipo, como es el Real Madrid, es muchísimo tiempo. Lo que me extrañó sobremanera fue que el Madrid bajara los brazos de forma tan notoria. No recuerdo ver a un Madrid con tan poco espíritu ganador. Es un equipo al que no le gusta correr detrás del balón. Ni siquiera presionaba y daba la impresión de que daban por perdido el partido, cuando tienen calidad de sobra para que eso ni siquiera se les pase por la cabeza.

Afortunadamente, el 3-2 llegó ya en la última jugada del partido. Ese gol sólo sirvió para afear el marcador y estropear el goal-average.

El árbitro, González González, habría hecho un buen arbitraje si no hubiera sido porque perdonó muchas tarjetas amarillas a los jugadores madridistas –y una a Konoplyanka, que también hay que decirlo–, algunas de ellas clamorosas.

Me gustó la defensa ayer del Sevilla. Incluso estuvo muy acertado, tanto en defensa como en ataque, Mariano. El brasileño tiene su punto débil en defensa, pero ayer estuvo perfecto.

Por otro lado, me encantó el duo Ramí-Andreolli. Tenía ganas de ver dos centrales natos y con experiencia, y se notó la seguridad atrás. Kolo puede ser un gran central, pero sólo lo conseguirá con tiempo y tras muchos errores que costarán puntos.

Sergio Rico dio una de cal y otra de arena. Mal en un par de salidas. Cometió un gravísimo error, al sacar en corto con mucho madridista al acecho, que no acabó en el 1-2 de milagro. Sin embargo, también hizo paradas de mérito, especialmente en un cabezazo fuerte y picado que cazó con gran habilidad.

Ayer quedaron claras dos cosas: que el Sevilla tiene calidad para ganar a cualquiera y que Konoplyanka, muy probablemente, pronto conseguirá su deseo de jugar en el Barcelona. Menudo espectáculo el que dio ayer el ucraniano.

Ahora Emery lo que tiene que conseguir es que fuera no hagamos el ridículo. Si lo logra, aún estaremos a tiempo de lograr los objetivos.

Árbitros miedosos en la mejor liga del mundo.

Por supuesto, eso de «la mejor liga del mundo» no lo digo en serio, pero es como le han dado, a algunos periodistas, por llamar ahora a la Liga Española. Será por si, a fuerza de repetirlo mucho, algún incauto se lo acaba creyendo.

Llaman la atención las palabras de Diego Costa, jugador brasileño del Rayo Vallecano, que ha tenido que sufrir en sus carnes dos codazos de Sergio Ramos que, por supuesto, quedaron impunes, como suele ser habitual.

Lo que dice Diego Costa es algo que todo aficionado al fútbol español sabe, y es que algunos árbitros tienen miedo del Madrid. Aunque yo diría que a lo que verdaderamente tienen miedo es a todo el entramado que tiene montado el Madrid, con su control sobre muchos medios de información, Comité Técnico de Árbitros, Comité de Competición y Comité de Apelación de la Federación Española de Fútbol. Dice el Brasileño  que los árbitros miran mucho el escudo y que por ese motivo en el partido del pasado domingo, contra el Real Madrid, perdonaron la expulsión a Sergio Ramos en una jugada muy clara, mientras que su compañero Michu vio la roja sin tocar al rival.

Pero no queda ahí la cosa, sino que añade que él escuchó «muchas veces a los jugadores insultando a los árbitros», mientras que hacían «como que no oían» cuando eran los futbolistas blancos.
O sea, el mismo doble rasero al que estamos, lamentablemente, acostumbrados. Los árbitros dirán: «Machaco al pequeño y ayudo al grande. No vaya a ser que me busque un lío con la prensa, se cree «alarma social»  y me metan en la nevera por los siglos de los siglos. Total, yo voy a coger mi pasta gansa a final de mes, lo haga bien o lo haga mal». Es decir, van siempre a lo fácil. Y si hay algún árbitro honrado, que me gustaría pensar que sí los hay, en caso de duda, favorecen a los de siempre.
Por cosas como esta es por lo que creo que la Liga Española es la peor del mundo, y con todo merecimiento. En la liga hay un fallo de base. Hasta que no se trate por igual a todos los participantes de la competición, ésta no será justa.  Y ahora mismo hay dos equipos que juegan con otras reglas, y estas reglas les permiten tomar una ventaja sobre los demás decisiva. La cuestión es: ¿hasta cuando? Parece que hasta dentro de muchos años, porque el mal está bien arraigado y, sin duda, pasará una eternidad hasta que veamos una competición como Dios manda. Si es que la vemos.
Por cierto, si alguien no ha visto los codazos, en este enlace se pueden apreciar perfectamente. La mala idea de Sergio Ramos en el primero es evidente. El camero ve de reojo cómo se aproxima Diego Costa, se frena, y suelta el brazo a la altura y en el momento justos. Lo hace con una destreza que muestra que no es la primera vez que lo hace. El segundo codazo tiene un pase, porque es una reacción instintiva a un agarrón y, en realidad, es más bien un manotazo y no un codazo. Pero, en cualquier caso, queda claro que hizo méritos más que suficientes como para no acabar el partido.
Y mejor no hablemos de Pepe. Yo creo que este jugador, sencillamente, es que está mal de la cabeza. Pepe alcanza ya un nivel de violencia tan extremo que yo creo que, si el portugués finaliza el partido, es que el árbitro ha estado muy desacertado. Contra el Rayo nos dejó otra de sus perlas. Un verdadero milagro que no haya acabado la temporada para Piti. Suerte tiene el barcelonés de tener un tobillo de goma.
Menos mal que a Monchi le pidieron mucho dinero por este salvaje disfrazado de futbolista y no fichó por el Sevilla. Porque si Pepe llega a jugar en el Sevilla, que nadie dude que ya estaría sancionado de por vida.