Me he quedado bastante sorprendido con el informe de evaluación de la UEFA que recoge deficiencias en el Ramón Sánchez Pizjuán, que es uno de los candidatos para albergar al final de la Europa League de 2019.
Una de esas deficiencias hace referencia al aforo, que «sólo cumple parcialmente las exigencias en términos de capacidad y accesibilidad», añadiendo que «no dispone de suficientes zonas de aparcamiento disponibles y las existentes están situadas bastante lejos». Y, evidentemente, habiendo tenido la suerte de haber vivido todas las finales de la Europa League que ha ganado el Sevilla, excepto la de Varsovia, no he podido evitar acordarme, por ejemplo, de la última, la de Basilea. Y es que el St. Jacob Park sólo dispone de 38.512 asientos, algo por debajo de los 42.809 del Ramón Sánchez Pizjuán. Cabe recordar que el Philip Stadium, en Eindhoven, tiene aún menos plazas: 35.000. Es decir, la capacidad no fue un inconveniente para que estas ciudades acogieran una final de Europa League. Además, resulta evidente que la UEFA, si está preocupada por el aforo, es en vistas a satisfacer los muchos compromisos que tiene con patrocinadores y enchufados, como ya se ha visto en otras finales, no importándole, en absoluto, los aficionados. Resulta indignante comprobar cómo los aficionados poco menos que se pelean por conseguir una entrada y después, a la hora del partido, hay muchos asientos vacíos que, sin duda, corresponden, en su gran mayoría, a las que obsequia la UEFA a los diferentes patrocinadores.
Lo de las pocas plazas de aparcamiento, y el que estén alejadas, también tiene su gracia. Sobre todo, cuando me acuerdo dónde aparcaron los autobuses en Basilea. Intentamos coger un autobús para llegar al estadio o al centro, pero pasaban cada 20 minutos o media hora, y las colas en las paradas eran interminables. Así que la caminata de tres cuartos de hora fue obligada. Y no digamos en Turín, cuando la distancia entre el estadio y el centro de la ciudad era importante. No fue muy agradable meterse en un autobús, como latas en sardina, durante 45 minutos, sobre todo porque había muchos borrachos de las dos aficiones, tanto del Sevilla como del Benfica. No pasó nada porque Dios no quiso, pero faltó poco.
Por cierto, tampoco se puede olvidar el caos que se vivió en el aeropuerto de Eindhoven. Yo me libré, porque me alojaba en Amsterdam y me desplacé en tren –que en Holanda funcionan con una puntualidad y eficiencia maravillosas—, pero, según me han contado, fue un desastre. Simplemente, porque era un aeropuerto pequeño y no estaba preparado para el tráfico tan enorme que genera una final europea.
El informe también indica que «el número de baños, concesiones de restauración, puntos de primeros auxilios y zonas para minusválidos son insuficientes», así como el número de tornos de acceso. Sinceramente, a mí no me dio por contarlos, pero me dio la impresión de que en otros estadios eran iguales o menores en número a los que hay en el Ramón Sánchez Pizjuán. Y en cuanto a la zona de primeros auxilios o para minusválidos, o bien no me percaté, o no había.
A la UEFA también le parece que «el número de skyboxes es muy bajo», y que el precio de alquiler propuesto por el Sevilla es muy alto. Desconozco si hay palcos VIP (skyboxes) en St. Jacob Park, y, por supuesto, tampoco conozco su precio, pero me acuerdo que dentro del estadio me cobraron 7 francos suizos (poco más de 6 €) por un vaso de agua de plástico. Eso sí, si devolvía el vaso, tenían el detalle de devolver 2 francos. Así que imagino que, en el caso de haber querido alquilar un un palco VIP, habría que haber pedido un buen crédito al banco, como mínimo.
En mi opinión, el Ramón Sánchez Pizjuán es un estadio bastante mejorable, y posiblemente haya candidatos que mejoren en prestaciones y comodidad a nuestro antiguo, aunque remodelado, estadio. No sé si al final habrá premio o no, pero, desde luego, lo que sí tengo claro, habiendo vivido casi todas las finales de la Europa League y una Supercopa de Europa, es que está sobradamente preparado para acoger una final europea con todas las garantías.