Duro obstáculo el que superó el Sevilla ayer, buscando esa tercera plaza que nos ha pertenecido durante tanto tiempo pero que perdimos tontamente, distraídos por la Champions League.
Parecía que la tarde se había vuelto propicia para que el Celta diera un susto. En fútbol, siempre es un inconveniente la lluvia, pero, sobre todo cuando, el rival es del norte, que están más acostumbrados al terreno de juego mojado. Además, es más fácil que haya lesiones –tres ayer: Iborra, Mariano y Ganso– y muchos aficionados prefieren quedarse en casa, a ver el partido por televisión, con lo cual no hubo el lleno que merecía este importante partido.
El Celta sacó su equipo de gala, el mejor que pudo. Sin embargo, en la primera mitad sólo inquietó algo a balón parado, principalmente por levísimas faltas que eran señaladas por Gil Manzano, árbitro que estuvo en todo momento muy quisquilloso. El Sevilla dominó pero sin crear muchas ocasiones de gol. El Celta defendía bien, con las líneas juntas, y el Sevilla debía ir con cuidado para evitar los rápidos contragolpes celtiñas.
En la segunda parte, cambió todo. Al poco de empezar, llegó el magnífico gol de Joaquín Correa. Una vez abierta la lata, había que rematar la faena, pero la alegría duró bien poco, pues Gil Manzano señaló penalti en un leve agarrón de Lenglet, que transformó Iago Aspas. Ya uno piensa que la única posibilidad de que no nos marquen de penalti es que lo tiren fuera, porque Sergio Rico no para ni uno. Ni de casualidad.
El penalti me pareció rigurosísimo –más penalti me pareció una mano de Iborra, en el primer tiempo, que aunque fue involuntaria, cortó un disparo que iba, o podría haber ido a puerta–. Es cierto que, con el reglamento en la mano, es penalti, pero no es menos cierto que en cada córner hay uno o más de esos agarrones, a veces auténticos placajes, y en rara ocasión se señalan. Y volvemos a lo de siempre: ¿Gil Manzano se habría atrevido a señalar ese penalti en el Bernabéu, Nou Camp o Vicente Calderón? Todos sabemos que la respuesta a esa pregunta es negativa.
No sé si será casualidad, pero desde que estamos luchando con el Atlético por la tercera plaza, los arbitrajes nos están perjudicando bastante. Cuando no se le perdona la expulsión a Diego Alves, por claras manos fuera del área, nos anulan dos goles totalmente legales, en dos partidos, que nos podrían haber dado cuatro puntos más en el casillero. Y ayer, un penalti de chiste que bien nos podría haber costado dos puntos más.
Tampoco estamos teniendo suerte de cara a gol. Nada más y nada menos, nos dio por tirar a los postes en tres ocasiones.
El empate no cambió nada. El Celta seguía esperando su momento y el Sevilla atosigándole, hasta que se produjo una jugada importante en el devenir del encuentro: la expulsión de Pablo Hernández. El chileno vio la segunda amarilla por una fortísima entrada a N’Zonzi.
Quedaban 35 minutos por delante para lograr la victoria. Era el momento ideal para dar entrada a Ben Yedder, nuestro único delantero nato y principal goleador, a pesar de lo poquísimo que juega… Pero Sampaoli prefirió a Nasri en su lugar. Me pareció lógico que el sustituido fuera Sarabia, porque ya tenía una amarilla, pero no que el que entrara no fuera un delantero.
Menos mal que, al menos, Sampaoli le otorgó quince minutitos a Ben Yedder, quien sólo necesitó tres para enviar al fondo de la red un sensacional pase de Nasri. Hacía mucho que el francés no hacía algo de mérito. Si está implicado, ahora con la lesión de Ganso, puede aportar bastante.
El partido se puso de cara, pero en la jugada previa al gol, pudo adelantarse el Celta, por medio de Wass, quien finalizó un contragolpe que jamás debió de haber permitido el Sevilla.
Sorprendentemente, el Sevilla, a pesar de ir ya con ventaja en el marcador y de tener superioridad numérica, seguía buscando el tercero, yo diría que incluso con demasiado ahínco, lo que provocó que, en ocasiones, se perdiera el orden. Se enloqueció un poco el partido. Aunque no se convirtió en un correcalles, sí se le dio facilidad y espacios al Celta para que soltara alguna contra. Afortunadamente, el equipo de Berizzo no aprovechó ninguna de las pocas ocasiones de las que dispuso, pero sí consiguieron que tuviéramos el alma en vilo hasta que Gil Manzano dio por finalizado el encuentro.
Los tres puntos de ayer son importantísimos, ya que casi aseguramos la cuarta plaza y nos permite seguir peleando por la tercera. Pero no nos engañemos. Esta tercera plaza sigue estando complicadísima, ya que tenemos que visitar el Bernabéu y en la penúltima jornada hay un Betis-Atlético de Madrid que ya sabemos quién ganará. Y lo sabemos por el histórico cainismo y porque el Atlético es muy superior a un Betis que ya no se juega absolutamente nada.