Tras la segunda jornada de liga, que fue el partido contra el Villarreal, ya saltaron las primeras voces críticas con la defensa del Sevilla. Algunos periodistas decían que nada había cambiado, que hacía aguas y que así no se llegaba a ningún sitio. Habíamos encajado tres goles en dos partidos, pero dos de ellos a balón parado –uno llegó tras una falta inexistente– y sólo en una ocasión nos marcaron de jugada.
Me pregunto qué pensarán esos mismos periodistas ahora, cuando han pasado ya seis jornadas, y seguimos con los mismos tres goles encajados. Sin duda, se precipitaron, al igual que lo haría yo si dijera que la defensa del Sevilla será de las menos goleadas de la liga. Eso lo dirá el tiempo, porque aún es pronto para sacar valoraciones. Es cierto que llevamos cuatro partidos sin encajar goles, pero también lo es que, en esos cuatro partidos, hemos cometido errores graves en defensa. Sin ir más lejos, contra el Atlético de Madrid, tuvimos tres errores que nos pudieron costar caro. Pero también influye la suerte en este deporte, y esas tres ocasiones las desperdiciaron los delanteros rojiblancos. En otro partido, a lo mejor sólo tenemos un fallo, y al delantero de turno le da por colarla entre los tres palos. Es cuestión de acierto y fortuna, tan esenciales en el fútbol.
Pero, por supuesto, que han cambiado cosas en defensa. Ahora el bloque defiende más intensamente, presiona más que antes, se hace mejor el fuera de juego, y se nota mucho la aportación de ciertos jugadores, como Varas –con intervenciones decisivas–, Spahic y Cáceres. También hay que destacar el momento de Fernando Navarro, que quizás esté en su mejor nivel desde que llegó al Sevilla. O el desgaste que hace el incansable Medel.
Como digo, aún es pronto para hablar. Posiblemente, dentro de dos jornadas, que visitamos el Nou Camp, las cifras de goles encajados aumenten más de lo deseado, pero creo que estamos en el buen camino. Y desde luego, no da la impresión de que nada haya cambiado. Ni mucho menos.