Es evidente que al Sevilla se le respeta más fuera de su propio país. Desgraciadamente, aquí, por el contrario, se ningunea y desprecia a una de las entidades más antiguas, como es el Sevilla FC.
Ese desprecio se hace patente en cada arbitraje, pero especialmente en algunos casos, como los de González Fuertes y Martínez Munuera. Es casi imposible ganar con ellos, a no ser que se haga un partidazo. Con González Fuertes se da por seguro que, como mínimo, nos expulsa a un jugador. Y Martínez Munuera nos obsequia siempre con su amplio repertorio. Ayer, sin ir más lejos, nos anuló un gol legal (no hay ninguna imagen donde se aprecie que Rafa Mir controló el balón con el brazo), dio por válido un gol del Rayo donde Bebé pisa a Augustisson, y para finalizar, se echó para atrás en un penalti que había señalado, haciendo caso al VAR, cuando precisamente él seguía de cerca la jugada, en una posición tan privilegiada que le permitió ver la acción en mejores condiciones que cualquier imagen que le pudieran pasar desde el VAR. Es decir, convirtió lo que debió ser una victoria clara del Sevilla en un empate.
Pero es que ni siquiera se quedó ahí el asunto. Tampoco mostró piedad con las tarjetas. No mostró ni una sola al Rayo, cuando hubo dos clarísimas, donde el reglamento no deja ninguna duda, ambas con agarrones, desentendiéndose del balón; una cortando un contragolpe y otra, que era más bien un placaje, evitando una internada de Corona en el área.
Esto de las tarjetas es algo que vengo observando de forma generalizada con todos los árbitros. Y por el contrario, es muy fácil que le saquen tarjeta amarilla a los jugadores del Sevilla. Y para empeorar las cosas, da la “casualidad” de que a nuestros rivales directos (Madrid, Atlético y Barcelona) les ocurre precisamente lo contrario. A Casemiro, por ejemplo, yo creo que si le pegara dos tiros a un rival en el pecho, sólo le enseñarían amarilla. Es prácticamente imposible que le expulsen, aunque, como ya vimos, haga una entrada por detrás con los dos pies por delante.
Pero si hay algo que ya clama al cielo es con la aplicación del VAR, que es una magnífica herramienta para hacer el fútbol más justo, pero que aquí en España se utiliza para manipular los partidos y beneficiar a los tres de siempre.
Un caso reciente, y verdaderamente sorprendente, es la jugada donde expulsan, merecidamente, a Reinildo, jugador del Atlético de Madrid. Fue expulsado por entrar con los dos pies por delante a Alcaraz, jugador del Cádiz, habiendo contacto. Roja sin discusión, y pese a ello le llaman desde el VAR a González Fuertes para que “corrija” su decisión. Imagino que la convirtieron en amarilla porque se escapó vivo y pudo seguir el partido.
No deja de tener su gracia que, para una vez que acierta González Fuertes, tiene que desdecirse por culpa del VAR. Pero estaba claro que el Atlético no podía quedarse en inferioridad en el primer tiempo. Sin embargo, me imagino la conversación de la sala VAR con Martínez Munuera cuando marcó el Sevilla el gol del empate en Vallecas: ”Vas a tener que darlo por válido, porque no encontramos ningún motivo para anularlo”. Incluso ya se llega al caso de que el VAR entre en supuestos de apreciación, en los que se supone que no debe entrar, como en las manos que le señalaron a Fernando para anular el gol de Ocampos en Mallorca, en el descuento; como en el penalti de chiste que señalaron en contra del Sevilla, en el Sevilla-Alavés; o ayer mismo. Seis puntos que volaron por este motivo y que echaremos de menos a final de temporada. Y sólo son los casos que me han venido a la memoria, porque hay más.
No sé si es por corrupción o miedo, o por ambas cosas, pero lo cierto es que los árbitros no tienen el mismo trato para todos los equipos. En el Atlético de Madrid-Cádiz, según he leído –no vi el partido–, González Fuertes perdonó otra roja a un jugador del Atlético por aplaudirle en su cara. Estamos hablando de un árbitro que ya expulsó por ese motivo a Ben Yedder y a Delaney. Vamos, que más cobarde no puede ser: muy valiente con el débil y canguelo con el fuerte.
Pero el principal problema no es sólo lo que nos quitan, sino lo que regalan a los demás. Al Barcelona le están regalando lo que no hay en los escritos, previsiblemente para que quede en segunda posición y pueda jugar la Supercopa de España y tenga la posibilidad de enfrentarse al Madrid, que es lo que parece que interesa económicamente.
Y por último, otro asunto del que se ha quejado Lopetegui y que es bastante importante, a pesar de que suele pasar desapercibido para el aficionado al fútbol: el privilegio de tener los mejores horarios. Es habitual que el Sevilla no disfrute ni de 72 horas de descanso, y eso con la plaga de lesiones que se está teniendo esta temporada es de vital importancia. No es necesario decir que es un problema que no padecen los tres de siempre.
No sé si el Consejo de Administración del Sevilla está haciendo algo para intentar evitar los vergonzosos arbitrajes y rearbitrajes que estamos teniendo esta temporada, pero si lo está haciendo, evidentemente, no está dando resultado.
En definitiva, que en este plan el Sevilla no va a ganar la Liga hasta que las ranas críen pelo. No sé si llegaré a conocer una Liga limpia –supongo que no–, pero ahora mismo no tengo ninguna duda de que es una Liga totalmente corrupta y manipulada, por lo que quedar entre los cuatro primeros sólo puede calificarse como de éxito absoluto.