Estamos en pretemporada, es decir, en un momento crucial para la formación del Sevilla 17-18. Cuando la única preocupación del aficionado tendría que ser el estar pendiente de si viene fulanito o menganito, nos encontramos con esperpentos como el que tuvo ayer lugar en la reunión del Consejo de Administración, donde según parece, hubo tanta tensión que casi llegaron a las manos.
El origen de la trifulca es de sobra conocido: Del Nido Carrasco se presentó en el Consejo cuando había presentado su dimisión «irrevocable» –es decir, que no se puede anular–, ante notario, sólo unos días antes. Y como el muchacho no atendía a razones, y se negó a abandonar la sala, no hubo más remedio que posponer el Consejo, por segunda vez.
El Sevilla atraviesa un momento dulce, uno de los mejores de su historia, estando saneado económicamente y siendo uno de los equipos punteros de España y de Europa. Por eso es imposible de entender, desde el punto de vista del aficionado sevillista, que los Del Nido quieran quitar de la presidencia a Castro, un presidente que con sus aciertos y errores –muchos más los primeros–, lo está haciendo bastante bien. La única explicación posible es el ansia de poder, buscando el beneficio propio, hasta el punto de importarles lo más mínimo que el Sevilla pueda salir perjudicado.
En mi opinión, la estrategia de los Del Nido no ha podido ser más torpe. Es lo mínimo que se puede decir cuando se intenta un asalto al poder sin tener los apoyos suficientes, y en un momento tan importante para el club, a sólo tres semanas vista de la eliminatoria previa a la fase de grupos de la Champions League. Vamos, que se puede decir, sin riesgo a equivocarse, que nos jugaremos buena parte de la temporada en pocos días.
Recién salido de prisión, poco ha tardado el ex presidente José María Del Nido en intentar volver a controlar el Sevilla. Podría haber aprovechado su estancia entre rejas para grabarse a fuego estas palabras de Ramón Sánchez Pizjuán: «El Sevilla no eres tú, ni yo, ni aquél… El Sevilla está muy por encima de todos nosotros».
Al menos, espero que todo este lamentable embrollo haya servido para que el sevillismo tenga claro a quién le importa el Sevilla y a quién no, para que se identifique a quiénes sólo les importa el poder, y para que se muestre unido ante cualquier intento de desestabilizar el club. Porque sólo si hay unión, paz social y, sobre todo, si se sigue conformando una buena plantilla, podremos mantener el puesto de privilegio donde nos encontramos ahora.