Angustioso, pero cuando todo parecía perdido, hubo final feliz, como sucede en el aclamado largometraje que no dejaba en muy buen lugar las cárceles turcas. A la cárcel había que mandar a más de un jugador por el espectáculo de esta noche, como es el caso de Sergi Gómez, a quien no se le ocurrió otra cosa que hacer un absurdo penalti, con 1-2 en el marcador, teniendo una amarilla. Lógicamente, el partido, que estaba prácticamente ganado con 0-2 al descanso, se puso complicadísimo en pocos minutos.
Y menos mal que el Akhisar es más malo que un dolor de muelas, porque, de haber estado enfrente un equipo con un mínimo de potencial, nos habrían pintado la cara.
Lo peor del partido fueron, como diría Cantattore, las desaplicaciones defensivas. Ni el penalti, ni los goles turcos debieron llegar de haber defendido medio bien y con un mínimo de intensidad.
Lo mejor es que hemos logrado marcar tres goles con Promes, Muriel y Nolito como hombres más adelantados. Y eso, a priori, es algo impensable, ni para el más optimista.
Promes ha vuelto a dar una de cal y otra de arena. Mal partido el del holandés, si exceptuamos su buena jugada en el segundo gol. Pero es muy poco bagaje para ganarse un puesto en este Sevilla. Promes debe dar más, muchísimo más.
El árbitro, francés, en consonancia con el partido. Bastante desacertado a la hora de señalar faltas. Por ejemplo, mostró la primera amarilla a Sergi Gómez cuando no hubo falta (más bien tropieza el jugador rival con él) y también enseñó amarilla a Mudo Vázquez cuando tocó balón, en una entrada que además no fue dura.
Partido para olvidar y para quedarse con lo positivo: pese a haber hecho un pésimo partido, nos hemos llevado los tres puntos, un dinerito para las arcas, y seguimos siendo primeros de grupo. A pensar sólo en el Español, que es un equipo infinitamente superior al Akhisar.