Sevilla FC 1 – Valencia 1. Marcao y Nianzou sostienen al Sevilla

Si ha quedado algo claro en el partido de hoy ha sido que la estabilidad defensiva, sin ser nada del otro mundo, depende de que estén sobre el tapete Nianzou y, sobre todo, Marcao. Sin el brasileño se pierde mucha seguridad atrás, y ya cuando se tuvo que retirar Nianzou, por lesión, fue el remate. No vamos a ningún sitio con defensas de Tercera División. Y mira que me gustaría que Carmona y Kike Salas fueran dos pedazos de centrales, hechos y derechos, como lo eran los jovencísimos Sergio Ramos y Koundé cuando llegaron a la primera plantilla, pero no. Nada de eso. El gol del Valencia llegó en un centro lateral, donde ni Carmona ni Montiel molestan lo más mínimo a Cavani, que remata a placer.

A Nianzou aún le queda mucho por aprender, porque es muy joven y esa falta de experiencia le llevará a cometer fallos, pero al menos tiene cierto nivel. Por tanto, como falte uno de estos, mal asunto. Y si faltan los dos, ya ni hablamos.

El problema del Sevilla es que tiene poca calidad en todas sus líneas, sobre todo en defensa, pero es que el centro del campo está envejecido y, por tanto, ni hay velocidad ni resistencia. La consecuencia fue que el Valencia no tuvo que hacer un gran esfuerzo para imponerse en la zona ancha y controlar el partido. Hasta tal punto de que yo rezaba para que llegarámos con el 0-1 al descanso, con la esperanza de que los cambios fueran acertados en la segunda parte. Parecía más probable que el Valencia marcara el segundo del partido a que el Sevilla lograra el empate.

Afortunadamente, en la segunda parte cambió el panorama, y el Sevilla acorraló al Valencia en su área. Se sucedieron las ocasiones de gol, algunas muy claras, como el cabezazo de Gudelj al larguero, hasta que Lamela, en un córner, logró el justo empate. Delaney mejoró bastante la salida del balón, y eso lo notó el equipo.

A mi modo de ver, a partir de ese momento el Sevilla gestionó muy mal el partido, con el Valencia prácticamente KO. Era momento de tener cabeza y, sin embargo, el juego del Sevilla fue alocado, sin orden. Parecía que todo el esfuerzo y buena segunda parte se iría al traste por una jugada absurda de Navas, perdiendo el balón siendo el último hombre, y provocando una contragolpe en total inferioridad. No acabó en gol porque Dios no quiso, y porque Papu Gómez hizo falta al borde del área… No, espera, que hay sorpresita del VAR. Penalti y expulsión. Menos mal que tenemos un porterazo, uno de los mejores del mundo, y se llama Bono. De nuevo, como ya ocurrió en Mallorca, sumamos gracias a su decisiva actuación. En esta ocasión, sólo un punto, pero al menos no queda esa sensación tan desagradable que da el perder los partidos.

El próximo partido es en el Bernabéu. Es decir, que perdemos seguro. Si no es por las buenas, por las malas. Si no es por que ellos, que son infinitamente superiores, nos superan en buena lid, será el árbitro el que tenga que echar una mano, o dos, o las que haga falta. Pero al final los tres puntos se quedarán en Madrid.

Y ojalá me equivoque. No me gustaría nada más que eso, pero la plantilla de este año tiene muchísimos defectos. Demasiados.

Mucho más importante me parece el partido de Champions. Ahí sí que nos jugamos muchísimo. Más nos vale que para ese partido dispongamos de nuestros mejores jugadores en buen estado físico. Tenemos que aferrarnos a la Europa League como sea, con la esperanza de que en el mercado invernal Monchi sea capaz de mejorar el desastre –aún no me creo que sólo tengamos tres centrales y una ficha libre– que ha hecho en el mercado estival. Parece que lo tiene fácil. Veremos.

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