Para mí es inexplicable las cosas que hace este Sevilla. Los de hoy eran tres puntos vitales, importantísimos, y los hemos puesto en peligro por errores increíbles. Algunas veces, diría que nuestros jugadores parecen juveniles, por el poco oficio que muestran.
Me ha dado la sensación, durante todo el partido, de que a poco que el Sevilla se fuera al ataque, sin miedo, se llevaba los tres puntos sin problemas, puesto que el Levante es muy inferior. Pues nada, se han dedicado todo el tiempo a contemporizar, a tener posesión, poniendo en peligro el botín, puesto que cualquier golpe de fortuna –como el primer penalti– o una buena acción del rival, podría haber echado por tierra todo.
Y precisamente, cuando tiene que ponerse a hacerlo, a mover el balón, a dejar pasar el tiempo, a jugar con la desesperación de un rival hundido, con 1-3 en el marcador, se deja hacer un gol, permitiendo un absurdo contragolpe. Y menos mal, menos mal, que Bono en su cantada, tan inexplicable como el partido del Sevilla hoy, tuvo suerte y el balón rebotado en Soldado se fue fuera. Porque se habrían ido dos puntos de la manera más estúpida posible.
El partido ha tenido de todo: jugarreta arbitral –ninguno de lo dos penaltis se los habrían pitado al Madrid o al Barcelona–, un penalti fallado por el rival, buenos goles, emoción… Pero lo que yo quiero, que parece ser imposible, es ver un partido tranquilito, donde ganemos con claridad y no nos compliquemos la vida tontamente.
Lo mejor del partido ha sido Corona y el golazo de Koundé, quien al fin y al cabo ha logrado el gol de la victoria.
Más nos vale que el Papu no se vuelva a lesionar en lo que queda de temporada, porque es el jugador, con diferencia, con mejor visión de juego y más capacidad para retener el balón. Es más, yo diría, por lo visto en los últimos partidos, que es el único.
Sufrimiento máximo e innecesario, pero los tres puntos vuelan para Sevilla, que mucha falta hacía. Esta victoria nos permitiría ir a Champions con sólo ganar los tres partidos que nos quedan en casa.