Como suele ser habitual, el Sevilla ha mordido el polvo en el Nou Camp. Desgraciadamente, es lo de siempre: si no caemos por nuestros errores, es debido a los «errores» arbitrales, por una genialidad del rival o por falta de mentalidad. En mi opinión, hoy ha sido por una conjunción de los tres primeros motivos que he enunciado.
En cuanto a nuestros errores, han sido en ataque. En defensa el Sevilla ha rozado la perfección, pero ha sido en las jugadas de ataque donde siempre se ha elegido la peor opción y donde hemos errado las pocas oportunidades de gol que hemos tenido. Los mayores responsables de este desaguisado ofensivo han sido Ocampos y Martial. Ambos han estado negados, hasta el punto de que no alcanzo a comprender por qué Lopetegui no los ha sustituido antes. También se han desaprovechado las ocasiones a balón parado. Rakitic estuvo muy cerca de marcar de falta directa, pero el balón fue a parar encima de la red.
El arbitraje me ha parecido criminal. Cuando Sánchez Martínez decidió no señalar un penalti clarísimo, y que vio perfectamente puesto que estaba magníficamente situado, lo hizo para mandar un mensaje claro: «Si queréis ganar aquí, será por encima de mi cadáver». El penati es que no admite discusión: Araujo tiene el brazo separado del cuerpo y ocupa un espacio, precisamente el espacio que cortó y evitó el centro al área del Barcelona. Por supuesto, el VAR fue cómplice necesario de la fechoría. Se esfumaba así una magnífica posibilidad de poner el 0-1 en el marcador. Cierto que luego hay que meterlo, pero mejor ocasión que un penalti no hay, excepto los disparos a puerta vacía.
Pero Sánchez Martínez no se quedó ahí, sino que dejó sin señalar innumerables faltas en contra del Barcelona, la mayoría de ellas muy claras, perdonando, por ejemplo, una amarilla a Piqué, que probablemente habría supuesto su expulsión en los minutos finales del partido, o un par de faltas sobre Martial, una de ellas al borde del área. Incluso evitó el saque rápido de una falta a favor del Sevilla, mandándola repetir, por sacarse a pocos metros de donde se había producido. Lo que fuera necesario, que por él no iba a quedar.
Espero que ya que la Federación y la Liga tienen lo que deseaban, que el Madrid y el Barcelona se disputen la Liga y jueguen la Supercopa –que para eso la han modificado para que la jueguen cuatro equipos–, dejen de machacarnos los árbitros, jornada sí y jornada también, porque así es muy difícil ganar.
Y por último, el partido se decidió en una genialidad de uno de los muchos y buenos jugadores con los que cuenta el Barcelona. En esta ocasión fue Pedri. Que conste que a mí me parece un jugador sobrevalorado, pero tengo que admitir que hizo un golazo, ajustando el balón al palo y dejándolo imposible para Bono.
Lógicamente, era mucho pedir que el Sevilla no perdiera jugadores para el próximo partido. En esta ocasión le ha tocado a Rekik –de nuevo, lesión muscular, que hace pensar que no se ha recuperado bien– y a Montiel, por sanción, al ver una amarilla por protestar.
Pintan bastos. Toca defender la cuarta plaza, y para eso el principal rival será el Betis, ya que tiene un calendario bastante favorable, teniendo la suerte de enfrentarse al Madrid en la última jornada, cuando será ya, previsiblemente, campeón de Liga.
Por tanto, cada partido de los ocho que queda son primordiales. El primero será el Granada. Pero aún nos quedan rivales durísimos, como Real Madrid, Atlético o Villarreal. Será fundamental recuperar en esta recta final a jugadores tan importantes y decisivos como Papu Gómez y Acuña. Y por favor, si Martial no va a aportar absolutamente nada, que no juegue. Porque si mal está pagar un pastizal por unos meses, mucho peor va a ser que no vayamos a la Champions por una sequía goleadora que parece que podría tener mejor remedio en Rafa Mir o En-Nesyri. Ambos marcarán o no, pero al menos se matan corriendo y dan lo máximo.