Esperaba más del Betis, porque tiene dos o tres jugadores importantes que pueden causar problemas si tienen su día. En ningún momento pensé que la victoria del Sevilla –que la esperaba, como siempre– fuera tan plácida y tranquila. Y es que el Sevilla dominó completamente el partido. Desde el pitido inicial se hizo con el balón y no lo soltó. El Betis, mientras tanto, sólo inquietaba a balón parado, en alguna falta o córner. Ni siquiera el gol anulado al Betis, justamente anulado al Betis, me alteró el ritmo cardiaco, ya que me pareció fuera de juego en directo.
Siguió el dominio rojo durante toda la primera mitad, hasta que Guido Rodríguez cortó un prometedor contragolpe sevillista, haciendo falta sobre Rafa Mir y llevándose la segunda tarjeta amarilla de regalo.
Si ya la primera parte pintaba bien, la segunda, en superioridad numérica, a priori, pintaba mucho mejor. Parecía que era cuestión de tiempo que el Sevilla se adelantara en el marcador, y así fue. Ocampos cedió el balón hacia atrás, empalando Acuña el balón sin piedad, que entró, como diría el maestro Araujo, como una exhalación. El portero bético no pudo hacer nada ante lo que sólo puede calificarse como golazo.
Ya con delante en el marcador, si el Sevilla no cometía algún error grave, debía de tener controlado el partido. No obstante, no me gustó cómo gestionó el Sevilla esa superioridad numérica. Me gustó que no arriesgara la posesión del balón, pero pienso que podría haber buscado el segundo gol con más ahínco. Había que tener en cuenta que una segunda amarilla a Diego Carlos, un golpe de fortuna, un error arbitral, o un acierto del rival –que también era posible–, nivelara de nuevo el encuentro. En definitiva, me habría gustado que el Sevilla se hubiera lanzado a la yugular desde el 0-1, sin prisas pero sin pausa, como se suele decir.
En cualquier caso, en una de las llegadas del Sevilla por banda llegó el 0-2, cortesía de Bellerín, en propia meta. Este gol sí sentenciaba ya el partido, a no ser que hubiera un descalabro total, que no ocurrió.
También eché en falta que se fuera a buscar el 0-3. No sé si es que yo soy muy ambicioso o, tal vez, inmisericorde, pero lo cierto es que el Sevilla se dedicó en cuerpo y alma a mantener el 0-2 y no dar pie a que se acabara el partido mirando el cronómetro y que no ocurriera lo mismo que le ha ocurrido al Atlético de Madrid y al Barcelona en esta jornada: que han tirado a la basura dos puntos que tenían «en la buchaca», como diría Caparrós.
Todos los jugadores del Sevilla ha estado a un gran nivel. Me ha gustado mucho el partido de Jordán y Montiel, aunque también Acuña u Ocampos hicieron muy buen partido.
Otro derbi más que cae de lado del club que lleva el nombre de la ciudad. Victoria justa y que permite al Sevilla estar en lo más alto de la tabla, a sólo a un punto del líder, que es la Real Sociedad, pero con un partido menos. Y estaríamos incluso líderes en solitario, y con un partido menos, si no hubieran anulado aquel gol canallesco, en el descuento, obra de Ocampos, por supuestas manos previas de Fernando. Pero bueno, esa historia ya la conocemos de otras temporadas, por desgracia.
El parón de fútbol, por los compromisos internacionales, se hará más llevadero por estos tres puntos. El próximo rival será el Alavés, en casa. No será un rival fácil –ninguno lo es, aunque hoy lo haya parecido–, pero da confianza el mirar la tabla y ver que ya tenemos a seis puntos al quinto clasificado –que es el Betis–, a diez al Barcelona –sí, a diez– y al Valencia, que tiene un partido más que el Sevilla, y a doce al Villarreal. A pesar de que llevemos ya una ventaja considerable al Villarreal, no me fio de ellos ni un pelo. Es más, es al equipo que más temo de los que he dicho.
Más nos vale que ganemos al Alavés, porque después vienen curvas, muchas curvas: Real Madrid fuera, Villarreal en casa, Athletic Club fuera –estadio que se nos da fatal– y Atlético de Madrid en casa.
Mateu Lahoz hizo un buen arbitraje, pero erró gravemente en una supuesta falta de Lamela, donde en realidad no hubo nada, sino que fue Canales que se pasó de frenada. Se habría quedado solo el argentino.