Esperaba que el partido de esta noche iba a ser muy complicado, por tres motivos: porque el Eibar siempre es un rival muy complicado (entrenador muy experimentado, con jugadores expertos en juego directo y equipo que siempre va al 100%, presionando como locos), porque nos faltaba una pieza fundamental para este tipo de encuentros (Koundé), y porque el soplapitos era Mateu Lahoz, que ha hecho todo lo posible para evitar que el Sevilla ganara, desde obviar dos penaltis claros –el tercero, aunque mano, creo que no lo es, porque está apoyada en el césped– hasta permitir que se sacara de banda, con el tiempo ya cumplido. Pero el penalti que no quiere pitar, la jugada de la mano que acaba con el balón golpeando el poste, creo que es clarísimo. No sólo porque le da en la mano, sino porque evita que remate a placer Fernando, que estaba justo detrás y tenía un remate franco. Pondría la mano en el fuego, sin miedo a quemarme, a que si en vez de ser el área del Sevilla hubiera sido del Madrid, ni se lo habría pensado para irse flechado al punto de penalti. Pero claro, no somos el Madrid, somos el Sevilla, y no se le va a echar medio país encima del impresentable de Mateu Lahoz. Es la misma historia de siempre. La misma historia, cansina, de siempre.
El partido no me gustó en ningún momento. En la primera parte no se imponían en la zona ancha Banega y Oliver Torres, y el Eibar llegaba con claridad. No tuvo ocasiones importantes, pero siempre daba sensación de peligro.
El Sevilla sólo llegaba con peligro cuando atacaba por su temida banda derecha: Ocampos-Navas. A estos dos jugadores principalmente le debemos la victoria de hoy. Verdaderamente, no tengo claro quién debería ser elegido jugador del partido, ya que el argentino marcó el gol del partido y evitó un gol, con un paradón, sustituyendo a Vaclík, en la última jugada del partido. Y Jesús Navas, por otro lado, dio una genial asistencia a Ocampos y sacó bajo palos, y tras el paradón de Ocampos, en el último segundo del partido, evitando también el gol. Ambos hicieron un buen partido, por lo que yo creo que sería, un fifty-fifty. El premio tendría que repartirse entre los dos, pues ambos han sido igual de decisivos.
Tampoco me gustó la segunda parte, sobre todo a raíz de que el Sevilla marcara el gol. No acabo de entender por qué el Sevilla se volvió loco, con continuas precipitaciones y pérdidas de balón, cuando era precisamente el momento de hacer todo lo contrario: controlar el partido, tener posesión y jugar con la desesperación de un rival que está en la parte baja de la clasificación y que necesitaba la victoria.
Pero para desesperación la mía, sobre todo cuando llegó la falta peligrosísima, al borde del área, lanzada por Pedro León, y a En-Nesyri, que se llevó el rebote, y con todo el equipo saliendo en tromba, no se le ocurre otra cosa que darle un voleón, cuando era el momento de tener un poquito de sangre fría y solucionar el partido a la contra. Es que era una ocasión clarísima, un contragolpe con una superioridad abrumadora de jugadores… En fin, supongo que habrá que estar ahí abajo, en el césped, para comprenderlo, y que por la tele se ve todo muy fácil.
Y ya el final de partido fue de infarto. Se nos apareció la virgen en las dos últimas jugadas del partido –al pobre Vaclík no–. Primero, cuando Kike García remató al palo. Y segundo, cuando Ocampos sacó el balón al remate de Dmitrovic –sensacional portero–, y cuando Navas, un segundo después, sacó el balón bajo palos.
Victoria que vale su peso en oro. Sacamos seis puntos al Villarreal, con el que tenemos el goal-average perdido, cuando sólo quedan doce por disputar. Y es que el Villarreal tiene un calendario bastante complicado: visita al Getafe, recibe a la Real Sociedad, visita a un Real Madrid que esperemos aún se esté jugando la Liga, y, por último, recibe al Eibar, que casi con toda seguridad, llegará ya salvado, porque le saca seis puntos al Mallorca, el primero de los que ocupan los puestos de descenso, y eso es una auténtica barbaridad, si tenemos en cuenta que los tres último no le ganan a nadie.
Aún no está todo hecho, pero el panorama se ha puesto muy bonito.
Mucho me temo que el final de Liga tendremos que disputarlo sin Vaclík, porque que te caiga una mole encima de la rodilla, con la pierna apoyada, tiene que ser una experiencia muy desagradable. Y los gestos de dolor del jugador no hacen presagiar nada bueno. Una lástima, porque es un jugador que siempre ha dado lo mejor. Algunas veces ha estado más acertado que otras, como todos los jugadores, pero siempre se ha esforzado al máximo, y estaba además en muy buen momento. Una baja importantísima para este esprint final.