Como era de esperar, no hubo doble milagro, es decir, que perdieran sus partidos tanto Valencia como Getafe. Así que, como el Sevilla no falló y ganó a un débil Athletic, puede decirse que se acabó la temporada lo mejor posible. Porque habría sido de traca que el conjunto bilbaíno nos hubiera ganado y hubiésemos finalizado séptimos, condenándonos a otra larguísima temporada de sesenta partidos (61 partidos jugados en la 18-19), que ya vemos que tiene muchas consecuencias tanto en la planificación de pretemporada como en las competiciones oficiales. Y es lógico, pues al final jugamos casi 20 partidos más –media temporada– que los equipos que no juegan competición europea y caen eliminados a las primeras de cambio en la Copa del Rey.
Como digo, por suerte, no volverán a repetirse las previas de la Europa League. Y ése fue el primer éxito de la temporada, porque no deberíamos olvidar que varios equipos importantes, como el Atalanta, cayeron eliminados en esa fase. El segundo éxito ha sido clasificarnos un año más para Europa. Y me parece un éxito, aunque un pequeño éxito, porque viendo cómo perdíamos muchísimos partidos con los equipos de la parte baja de la tabla, incluso farolillos rojos, me temí lo peor, que era quedar fuera de Europa después de muchos años.
Y, por supuesto, lo que no podemos obviar es que no ir a Champions es un fracaso, más que nada porque hemos dilapidado la enorme ventaja que teníamos sobre nuestros perseguidores. Pero también es cierto que no podemos pretender ir a la máxima competición europea perdiendo tantos puntos absurdos. Aún así, hemos quedado muy cerca. Habría bastado, por ejemplo, que no hubiéramos encajado el gol en Mestalla, no ya en el descuento, sino en la última jugada del partido. O si Banega no hubiera hecho el absurdo penalti en el Sevilla-Valencia. O si en ese mismo partido, González González hubiera señalado el claro penalti que nos birló en el descuento. O si… Y así podríamos estar toda la eternidad.
El partido de hoy ha sido, por momentos, soporífero, con muy pocas ocasiones de gol. Sólo se animó algo cuando Ben Yedder consiguió el 1-0, al filo del descanso. La segunda parte ya fue otra cosa, porque el Athletic no podía permitirse perder el partido y quedarse fuera de Europa. Pero es que el equipo norteño lo hizo tan mal que no pudo superar a un Sevilla que sacó un once de circunstancias, y estas circunstancias fueron incluso empeorando el potencial del equipo, hasta el punto de que acabamos viendo a Gnagnon como mediocentro.
El 2-0 que sentenciaba el partido llegó en una jugada algo absurda, ya que Herrerín, en el centro del campo, no quiso cortar un contragolpe del Sevilla por las bravas, aunque viera la tarjeta amarlla. Normalmente, cuando los porteros se ven en esa desagradable situación, son capaces de hacer hasta un placaje de rugby con tal de evitar el gol. Aunque llegó a tiempo para evitar el gol de Ben Yedder, éste pudo ceder para que Munir rematara a placer.
La temporada 2018-2019 se me ha hecho eterna, como imagino que le ha ocurrido a todos los sevillistas. Y menos mal que, de nuevo, volvió Caparrós al rescate. Creo que lo de Caparrós ha tenido mucho mérito, por dos motivos:
Primero, porque me parece que la plantilla que confeccionó, siendo un neófito, no es tan mala como parece, lo que ocurre es que ha tenido muy mala suerte. La racha de lesiones óseas fue impresionante, llegando a ir a una por partido. Y en segundo lugar, varios jugadores, de los que se esperaba más, han estado a un nivel paupérrimo. Ahí meto a Banega y André Silva, principalmente. Estos incluso se han quitado del cartel, voluntariamente, en los últimos partidos, que es donde nos jugábamos más, precisamente. Si a eso le añadimos que la temporada no ha sido para tirar cohetes, más bien bastante decepcionante, en los casos de jugadores como Escudero, Mudo Vázquez, Roque Mesa, Aleix Vidal, Promes, Kjaer… pues no es de extrañar que no haya sido una temporada exitosa.
En cuanto a los arbitrajes, sigo con la misma sensación de siempre: no nos tienen el más mínimo respeto y suelen perjudicarnos bastante. Me molesta especialmente el distinto rasero con las tarjetas. Nos las muestran con una facilidad pasmosa y, sin embargo, los rivales, prácticamente, tienen que hacer una llave de kárate para que les amonesten. Ni siquiera el VAR ha sido solución para los nefastos arbitrajes del Villamarín, Mendizorroza o aquí en el Ramón Sánchez Pizjuán, ante el Getafe, por poner algunos ejemplos.
Ahora sólo queda pensar en la próxima temporada, donde tenemos la garantía de que Monchi confeccionará una plantilla que no sé si logrará títulos o clasificación para la Champions, pero seguro que mejorará a la actual. De momento, Caparrós ya le ha dado dos buenas piezas en enero: Munir y Dabbur. A ver con qué nos sorprende.