Sufrida victoria la conseguida en Barcelona, pero victoria al fin y al cabo. La cuestión era volver a ganar como visitante, de la manera que fuera. No es momento de florituras ni del juego bonito, sino de sumar de tres en tres. Y Caparrós en su primer partido ya consiguió lo que se le negaba a Machín desde hace mucho tiempo.
Sólo ha sido el primer partido de Caparrós, pero de entrada, se le nota al equipo con más orden y más aguerrido. Los jugadores ya no andan, sino que corren. Ya no tiran el primer tiempo a la basura, como hemos visto en tantas ocasiones, sino que sale a ganar desde el minuto uno. Y, sobre todo, no dejan los tremendos espacios que dejaban antes y que solían aprovechar nuestros rivales, principalmente al contragolpe.
El 4-4-2 parece que le da más consistencia al equipo, exigiendo menos físicamente a los jugadores de banda. Me gusta que mantenga los dos delanteros, aunque me decepcionara que prefiriera a André Silva antes que a Munir, que estaba jugando bastante bien e incluso viendo puerta.
Lo que no me gustó absolutamente nada del partido de ayer fue, precisamente, todo lo que siguió al gol. Era el momento de seguir igual, buscando sentenciar a la contra, pero no sé si de manera consciente o no, el Sevilla se encerró demasiado atrás. Aunque, a decir verdad, el Español no dispuso de ninguna ocasión clara de gol, dio la sensación de que en cualquier momento podían volar dos puntos.
De la actuación de los jugadores, me gustaron Wöber, que se incorporó al ataque con frecuencia y desparpajo, los centrales Mercado y Carriço, Promes, Gonalons –lástima sus largas lesiones– y Ben Yedder. Y no me gustaron Amadou y André Silva. El portugués lo único que hizo bien fue provocar el penalti –que no está mal–, pero, por lo demás, es como si hubiéramos jugado con diez jugadores. Aporta muy poco para la calidad que se le presupone.
La tontería del partido la hizo Juan Soriano, quien con el partido finalizado le dio por hacer gestos a la grada y se ganó la tarjeta roja. Se la ganó porque está en el Sevilla, porque ya sabemos que si llega a estar en otro club, no le habría pasado nada. Soriano debió haber hecho oídos sordos a las provocaciones e insultos del público, porque para eso es un profesional, pero no puedo evitar reaccionar. Al menos ganó experiencia para no volver a tropezar en la misma piedra, si es lo suficientemente inteligente.
Ahora llega una larga espera hasta el 31 de marzo, donde nos enfrentamos a un rival directísimo por la plaza Champions y por Europa: el Valencia. Y visto lo visto, me da mucha más confianza afrontar este partido con Caparrós en el banquillo. Luego, como siempre, la pelotita dictará sentencia.