Ganamos en el «campo muy raro», como dijo Montella, que ni si quiera se enteró de qué iba la película y recibió una justa goleada. Sin embargo, Machín se sabía la película de memoria y todos los jugadores salieron muy mentalizados. En ningún momento el equipo dejó de presionar, manteniendo la intensidad y el orden. De hecho, el Eibar apenas creó ocasiónes de gol, y eso es muy difícil de conseguir ante un equipo que, a la más mínima posibilidad, la cuelga al área o tira a puerta. El partido, defensivamente hablando, fue impecable, exceptuando el gol del Eibar, que llegó en el minuto 99 y que fue fácilmente evitable. Puede que Vaclík estuviera tapado, o, simplemente, que, como es humano, también tiene derecho a fallar de vez en cuando.
El partido pudo haberse puesto muy de cara en la primera parte, si Sarabia no hubiera fallado las dos ocasiones que tuvo, o si a Dmitrovic no le hubiera dado por hacerle dos paradones, que es otra forma de verlo. Se llegó al descanso con un 0-0 que daba la impresión de que el Sevilla había perdonado al Eibar.
Y perdonar es precisamente lo que no hizo el Sevilla en la segunda parte, donde se sucedieron las jugadas de peligro, sobre todo por el costado de Navas, que estuvo colosal. El primer gol llegó en el primer minuto de juego, por parte del máximo goleador de la Liga, André Silva, a pase del palaciego. Poco después llegaría el segundo, de penalti, tras una mano que cortó un pase de Navas, y que fue perfectamente ejecutado por Banega. Se puso el partido muy de cara, y lo acabó sentenciando Banega, con su segundo gol de la tarde, de tiro lejano, en el descuento.
Descuento que fue muy largo por haber cedido una grada, en la celebración del segundo gol, teniéndose que atender a los heridos en el terreno de juego.
El Eibar marcó en la última jugada del partido. El gol sólo sirvió para afear el resultado. Es importante no encajar goles cuando los partidos están sentenciados, porque nunca se sabe si serán decisivos, en caso de tener que recurrir al goalaverage. Por ejemplo, el Betis descendió una temporada por perder el goalaverage por un solo gol.
El equipo funcionó como un reloj. El partido en defensa fue magnífico. Tanto los centrales como los laterales hicieron un gran partido. En las otras líneas, más de lo mismo. Mudo y Banega acabaron muy fatigados, por el gran esfuerzo realizado. Lo malo es que se están cargando de tarjetas amarillas. Yo recurriría la que le enseñaron a Vázquez, porque casi va a tarjeta por partido, y no podemos permitirnos su ausencia, sobre todo con tantos lesionados.
Y arriba, se hartaron de presionar y trabajar Ben Yedder y André Silva, aunque sólo este último vio puerta.
La victoria de hoy ha sido muy meritoria, por la dificultad de ese estadio, por el lamentable estado del césped –un patatal–, y porque los tres puntos eran imprescindibles para mantenerse en los puestos Champions, ya que el Valencia había ganado en San Sebastián. Aunque los valencianistas no están en una posición de privilegio, lo normal es que suban rápidamente en la tabla y se posicionen como nuestro principal rival para disputar la cuarta plaza, que, a la postre, es la única que queda libre, por la diferencia de nivel, en todos los sentidos, que tienen Madrid, Barcelona y Atlético sobre los demás.