Real Sociedad 3 – Sevilla FC 1. Otro desastre total. ¿Borrón y cuenta nueva?

Pintaba mal el partido de San Sebastián, puesto que el Sevilla de Berizzo sigue transmitiendo muy malas sensaciones y, además, nos presentábamos con la importante baja de Lenglet, uno de los dos centrales que nos quedan sanos.

Berizzo sorprendió con una alineación sin jugadores de banda, esperando tener la posesión del balón y dominar el centro del campo, pero le salió el tiro por la culata, por las mismas razones de siempre: falta de intensidad, presión mal realizada, pérdidas constantes de balón…

La Real en los primeros minutos de partido se movió como pez en el agua. El Sevilla presionaba muy arriba, pero lo hacía mal, con lo que los jugadores de la Real no tenían el más mínimo problema para superar esta primera línea de presión y llegar a las inmediaciones del área. Y cuando los donostiarras llegaban a esa zona, comprobamos, una vez más, que somos una madres defendiendo. No se puede defender peor. Los realistas se desdoblaban por las bandas, donde tenían superioridad numérica, y bombardearon nuestro área sin cesar, hasta que lograron abrir el marcador. Era una simple cuestión de tiempo.

Pero por el centro también dábamos facilidades, permitiendo que los jugadores blanquiazules tiraran desde la frontal con total libertad. No llegó el 2-0 de esa forma porque David Soria hizo un paradón.

El Sevilla no se imponía, dando la sensación de que podría llegar otro mazazo que pusiera el panorama más negro de lo que ya estaba. No ayudaba, en absoluto, el que el Sevilla jugara con la defensa muy atrasada, con las líneas muy separadas y ejerciendo una nula o mínima presión, con lo que los jugadores rivales se sentían muy cómodos.

El Sevilla apenas llegaba con peligro, pero en una de esas ocasiones, en una magnífica jugada individual de Ben Yedder –el único delantero nato de la plantilla– consiguió empatar en el minuto 44, dando algo de esperanzas de conseguir algo positivo.

Pero la segunda parte fue decepcionante. El Sevilla hizo lo mismo que otras muchas veces: tocar y tocar, con lentitud, hasta aburrir a las ovejas. Mucha posesión pero ninguna profundidad. El Sevilla controlaba el partido, pero no iba a la yugular. Los de Berizzo no fueron de verdad a por los tres puntos –que era lo único que nos servía para no descolgarnos de los puestos Champions–. El partido transcurría con un juego simplón hasta que se llegó a ese momento donde recibir un gol tiene difícil solución. Y a falta de sólo quince minutos para el final llegó el segundo gol, de manera ridícula y totalmente evitable. Sergio Escudero, incomprensiblemente, abandona su posición de lateral para ayudar a los centrales en una internada por el centro –no se fiaría de ellos–, dejando totalmente solo a Zubeldia, que entró en el área como Pedro por su casa y batió a David Soria. Cuando Escudero quiso reaccionar ya fue tarde. Tarde y fatal, porque su actuación sólo sirvió para desviar un balón que probablemente habría parado David Soria.

Escuché la narración de Sevilla FC Radio y dijeron que en el gol había habido mala suerte. ¿Mala suerte? Si dejas a un jugador que entre solo en el área y que dispare a placer, lo más normal es que sea gol. No hay que escudarse en que el defensa desvía ligeramente el balón.

Ya sólo quedó el tiempo suficiente para que el Sevilla diera otro ejemplo de impotencia y para que Carlos Vela –muy buen delantero– se despidiera con honores, marcando el tercero de la tarde en el minuto 89. Vela se coló entre los centrales sin ningún problema y remató tranquilamente para batir a Soria.

El equipo está roto, no juega a nada, la imagen que damos es penosa, los resultados no acompañan… Parece que esto sólo tiene un camino: borrón y cuenta nueva.

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