El Sevilla se jugaba mucho ayer en Cornellá, nada más y nada menos que afianzarse en la zona Champions y poner tierra de por medio ante sus principales perseguidores, Atlético de Madrid y Barcelona, pero ni siquiera tuvo opción de disputar los tres puntos, debido a una gracia de Vicandi Garrido, que no dudó, ni lo más mínimo, en castigar con penalti y expulsión un piscinazo de Piatti. Es decir, en lugar de mostrar tarjeta amarilla al argentino del Español, expulsó a Pareja.
La mala fe en la decisión del árbitro es evidente. Puede equivocarse en señalar penalti o no, pero lo que no puede hacer es pasarse el nuevo reglamento por donde le dé la gana. El reglamento se ha modificado, precisamente, para evitar lo que ayer vimos en Barcelona: que una jugada se castigue con tanta dureza que prácticamente deje sentenciado el partido, con el agravante además de que tuvo lugar en el minuto 2 de partido. Es decir, se trata de evitar el llamado triple castigo: penalti, expulsión y sanción del jugador. Al menos, espero que el Sevilla recurra la sanción, porque en la repetición puede verse que el contacto de Pareja es mínimo y que no existe falta. También me parece impropio de un jugador de la experiencia de Pareja el dar facilidades al árbitro, poniendo la mano sobre el hombro de Piatti, cuando los árbitros suelen ser de gatillo rápido cuando se trata de tarjetear a los jugadores del Sevilla.
El triple castigo sigue vigente en acciones excepcionales, y es cuando un jugador evita una acción manifiesta de gol de forma antideportiva, o bien de forma violenta, sin ánimo de jugar el balón, o evitando un gol con la mano, de forma voluntaria. Evidentemente, el leve agarrón –que no empujón, como simula Piatti– de Pareja no se ajusta a ninguno de los dos casos, con lo cual la alevosía de Vicandi Garrido salta a la vista.
En cualquier caso, si alguien tenía dudas de la mala fe del árbitro, sólo tuvo que esperar al segundo tiempo, donde con 2-1 en el marcador, perdona la doble amarilla a Aaron, el joven e inexperto lateral del Español, que cortó una internada de Sarabia agarrándole. Vicandi señaló la falta e hizo ademán de mostrar la tarjeta amarilla, pero, en cuanto se percató de que era un jugador que ya estaba amonestado, cambió su decisión. Probablemente, pensaría que no podía equilibrar las fuerzas, no fuera a ser que el Sevilla empatara o ganara el partido, pues había tiempo de sobra para ello. Ya hay que ser sinvergüenza –es la palabra más suave que se me ocurre– y poco profesional para hacer eso.
Para definir la actuación arbitral, se podrían utilizar las mismas palabras que José Castro dijo en relación al lamentable ataque a la Peña Sevillista «A 1.000 kilómetros de Nervión»: «Es penoso, de cobardes». Porque pondría la mano en el fuego a que el mismo árbitro no se atrevería a expulsar a un jugador del Barcelona o el Madrid en el minuto 2.
Dejando aparte la decisiva actuación arbitral, pienso que el Sevilla hizo un buen partido, sobre todo en la primera parte, dando la cara en todo momento y buscando la puerta contraria hasta el último minuto. Se nota el carácter ganador del entrenador y jugadores, y se entiende perfectamente la frustración que deben sentir, ya que se puede decir que hemos sido eliminados de la Copa del Rey por Mateu Lahoz y nos hemos descolgado del Madrid por otro mal arbitraje. Y eso duele en una plantilla que se ve capacitada para luchar por la Liga, pero, claro, siempre y cuando juegue con las mismas reglas que el resto de contendientes. Si no, es imposible.
A pesar de la expulsión, el Sevilla tiene jugadores de tanta calidad que encerró en su área al Español, logrando el empate con una jugada sensacional que remachó Jovetic. Lástima que el montenegrino no golpeara bien el balón en lo que pudo ser el 1-2. Fue tal la superioridad en buena parte del primer tiempo que dio que pensar que, de haber estado once contra once, el Sevilla no habría tenido rival.
Pero un jugador más es mucho y el Sevilla lo pasó mal al final del primer tiempo. Vicandi, en su afán por rematar la faena, añadió dos minutos de prolongación –normalmente no se añade tiempo en el descanso, o, si acaso, un minuto; pero dos es algo que casi nunca se ve– , y precisamente en la última jugada se adelantó el Español, con un cabezazo muy ajustado, al que no pudo llegar Sergio Rico.
En la segunda parte, el Sevilla tuvo más dificultades para crear ocasiones, ya que el Español se encerró mejor y el cansancio empezó a hacer mella en los jugadores del Sevilla.
El mejor jugador del Español fue un sevillista: José Antonio Reyes. El utrerano puso en jaque a la defensa del Sevilla con su maestría a balón parado. Marcó un gol, asistió en otro y remató al larguero en lo que sería el preludio del tercer gol, donde Rami y Mariano no estuvieron nada afortunados. Este tercer gol dejó más que sentenciado el partido, si es que no lo estaba ya.
Por cierto, vaya diferencia en la celebración del gol de Reyes y la de Sergio Ramos. Se nota que uno es sevillista y otro no.
No tiene sentido seguir pensando en el partido de ayer. Sólo hay que pensar ya en el Villarreal y en distanciar más al Atlético de Madrid, que es nuestro principal rival esta temporada.