Derbi de los antiguos, de los de mucha tensión y poquísimo juego. Fue la clase de derbi que ya casi tenía olvidado. El de ayer no fue dominado de principio a fin por el Sevilla, ni ejerció una superioridad brutal como para avasallar al rival. Sí fue superior, pero es que el Betis no tiene nada. Me dio la impresión de que el Sevilla le tuvo mucho respeto, demasiado, y ese respeto me pareció injustificado, porque el equipo verdiblanco apenas creó peligro y mostró un fútbol vulgar desde el pitido inicial, con violencia, marrullería y perdiendo todo el tiempo posible. Para ellos, un empate era como una victoria.
No pude evitar acordarme de los que se fueron. Pensé que con Banega, Reyes, Krychowiak y Gameiro, el rival no habría durado ni quince minutos. Hasta ahora, parece que sus sustitutos ni se le acercan en calidad, pero está claro que esto no ha hecho más que empezar y que tendremos que seguir armándonos de paciencia, a la espera de que el equipo se conjunte, de que los jugadores sigan cogiendo su mejor forma y que los llamados a marcar diferencias –Nasri, Ben Yedder, Ganso, Vázquez…– den un paso al frente.
Al menos, mientras esto llega, vamos llenando el zurrón de puntos, que no es poco. Más preocupante sería que no llegara ni el buen juego, ni los puntos. Cinco jornadas y ahí estamos, arriba en la tabla, logrando once puntos de quince posibles.
El partido fue muy malo, por parte de los dos equipos. El Betis salió a hacer su juego, consciente de sus limitaciones, con muchas faltas y perdiendo tiempo a destajo. En el primer tiempo hubo muy pocas ocasiones, disparando sólo el Sevilla entre los tres palos, y sólo una vez. El Betis intentó sorprender al contragolpe y a balón parado, pero sin éxito.
En la segunda parte, el Sevilla puso un pelín de más intensidad y pronto, a los cinco minutos, a raíz de una falta, llegó el único gol del partido. La falta, aparentemente, no tenía peligro, porque era demasiado frontal, pero la defensa bética estuvo muy poco contundente y el balón acabó dentro, a pesar de que Mercado apenas rozó el balón.
El Sevilla siguió insistiendo y pudo conseguir el 2-0 en varias ocasiones, pero los defensas verdiblancos acabaron abortando las ocasiones in extremis. Adán tuvo poco trabajo, pero Sergio Rico se aburrió de lo lindo. Sólo tuvo que hacer una intervención, a disparo de Castro desde lejos.
Parece ser que en todos los partidos tenemos que regalar ocasiones, de forma absurda, en la salida del balón. De haber estado otro equipo enfrente, las pérdidas de Nasri o N’Zonzi podrían haber costado muy caras. Por cierto, Nasri casi la lía. Este chaval no está bien de la cabeza. Se buscó una tarjeta tonta y casi lo expulsa el árbitro por encararse y pegarse frente con frente con un rival. Si el jugador llega a hacer como el impresentable de Cesc Fábregas y le hubiera echado teatro, seguramente nos habríamos quedado en inferioridad.
El árbitro no contentó a nadie. Por el lado bético porque le anuló un gol. Bien anulado, por cierto. Porque, ¿dónde se ha visto que el Betis le haga un gol al Sevilla? Ya en serio, tienen razón en quejarse, porque el gol era perfectamente legal. Para una vez que nos hacen un gol, van y se lo anulan. Mala suerte.
Por el lado sevillista las quejas llegaron por pitar alguna que otra falta inexistente, por cortar el balón involuntariamente –hasta en dos ocasiones. Curioso que Estrada Fernández no sepa que debe seguir la jugada por detrás del balón–, por perdonar varias tarjetas amarillas y por un penalti no señalado a Iborra.
Derbi para olvidar. Lo mejor es que se consiguieron tres puntos y se mantuvo, una vez más, la puerta a cero, dando sensación de fortaleza defensiva. Lo peor es que el Sevilla sigue sin encontrar su juego, crea muy pocas ocasiones de gol, y sigue perdiendo balones en zonas muy peligrosas del centro del campo.
La próxima visita es en San Mamés, ante un rival que se presupone directo. Está claro que tendremos que mejorar muchísimo si queremos puntuar allí.