Durísima esta última temporada que ha disputado el Sevilla, donde ha jugado más partidos que ningún otro equipo, al haber llegado a las finales de la Europa League y de la Copa del Rey, jugando además Champions League y Liga.
Desde mi punto de vista, la temporada es de sobresaliente. No puede calificarse de otro modo, ya que se ha conseguido un nuevo título, suculentos ingresos económicos en competiciones europeas, prestigio y la clasificación directa para la fase de grupos de la Champions League. Por supuesto, si el Sevilla hubiera sido capaz de vencer al Barcelona en la final de la Copa del Rey, habría sido de Matrícula de Honor, pero, siendo realistas, ese logro era casi imposible.
Sin embargo, la actuación del Sevilla en Liga no ha podido ser más decepcionante. La verdad es que esta competición se me ha hecho eterna. El comienzo fue desastroso, llegándose a estar como farolillo rojo –al igual que ocurriera en la pasada temporada–. Después se remontó hasta ocupar las posiciones europeas, donde se estuvo luchando con el Villarreal por la cuarta plaza, hasta que se dio prioridad máxima a la Copa del Rey y, sobre todo, a la Europa League. Pero lo más llamativo en esta competición es que el Sevilla ha sido incapaz de ganar un solo partido fuera. Menos mal que, en parte, hubo compensación con los partidos de casa y dio, al menos, para finalizar en una pobre séptima posición, pero que daba para clasificarse para la Europa League, jugando dos rondas previas a la fase de grupos. Un aprobado por los pelos.
En la Champions, el papel del Sevilla se podría calificar como de «bien». Verdaderamente, no pudimos tener peor suerte en el sorteo, entrando en un grupo formado por Juventus, Manchester City y Borussia Mönchengladbach. Teniendo en cuenta que jugamos la Champions con sólo tres defensas disponibles, debido a las largas lesiones de Carriço y Pareja, se puede decir que nos podemos dar con un canto en los dientes, ya que, gracias al gol de Llorente ante su ex equipo –lo mejor y casi único que ha hecho–, se logró entrar en la Europa League.
En la Copa del Rey, lo hemos tenido relativamente fácil. Logroñés, Mirandés y Betis no fueron rivales, y sólo encontramos en nuestro camino hasta la final un equipo que, en teoría, era duro de roer, pues estaba haciendo una buena temporada en Liga y había eliminado al Atlético de Madrid: el Celta de Vigo. Pero después, en la práctica, el equipo celeste tampoco tuvo nada que hacer, al caer por un global de 6-2. El Sevilla tuvo al alcance de su mano alzarse campeón ante el Barcelona, ya que jugó buena parte del partido en superioridad numérica. Sin embargo, las lesiones, sanciones y el cansancio –cuatro días antes se había proclamado pentacampeón de Europa en Basilea y algún que otro jugador forzó para jugar, no estando al 100%– convertían en una hazaña el superar al que para mí es el mejor equipo del mundo. El árbitro del partido, Del Cerro Grande, también hizo de las suyas. Fue tan valiente como para expulsar a Carriço, por decirle «marica», como cobarde, al no haberse atrevido a expulsar antes a Neymar, por decirle «hijo de puta, vete a tomar por culo». Habría supuesto que el Barcelona acabara con nueve jugadores y no el Sevilla. Triste esta diferente vara de medir, pero no es nada que deba de extrañarnos a estas alturas.
Y ha sido en su competición, en la Europa League, donde se ha salvado la temporada. Aquí tuvimos toda la suerte que nos faltó en la Champions League, siendo los sorteos bastante benévolos. En cuartos de final tuvimos problemas para eliminar al Ahtletic, cuando se presumía fácil por la ventaja conseguida en la ida, de 0-2, pero un nefasto partido del guardameta David Soria y la ausencia de Banega por sanción, equilibraron el partido, llegándose a la tanda de penaltis. En semifinales lo pasamos mal en Ucrania y en nuestro propio estadio, ante el Shakhtar Donetsk, al igual que en la final, ante el Liverpool, pero, finalmente, el Sevilla siguió con su idilio con la Europa League, levantando su quinto trofeo, tercero consecutivo.
A decir verdad, no esperaba que el Sevilla finalizara la temporada tan exitósamente, ya que, a mi modo de ver, ha resultado evidente que la planificación deportiva no ha sido la mejor y que la plantilla tenía muchos defectos. Se fueron jugadores muy importantes, como Bacca, Denis Suárez, Iago Aspas, M’Bia y Aleix Vidal, y no fueron sustituidos convenientemente. Tampoco el mercado invernal sirvió para reforzarse, sino más bien al contrario. El resultado fue que tuvimos que afrontar la recta final de la temporada, donde se lo juega uno todo, con lo justo. Por suerte, no se lesionaron los jugadores más importantes, como Gameiro, Banega o Rami, quienes fueron la columna vertebral y principal sustento del equipo.