Partido poco atractivo el del día de ayer: casi nada en juego por parte del Sevilla, rival de la parte baja de la tabla, equipo poco competivivo –jugaron, suplentes, suplentes de suplentes y jugadores del filial– por tenerse como prioridad absoluta la final de Basilea, y lluvia, mucha lluvia. Esto último es un gran inconveniente, ya que sólo los aficionados de Preferencia y una pequeña parte del resto del estadio está bajo techo. Aún así, hubo media entrada, que es más de lo que yo esperaba.
Como era de esperar, ganó el que más se jugaba. El Granada puso más intensidad, y además, tenía más calidad. Sí, el Granada estaba luchando por el descenso, pero hay que recordar que ya nos ganó 2-1 en el partido de la primera vuelta, y en aquel partido Emery alineó a un equipo que puede considerarse titular, ya que sólo reservó a Banega, al que dio entrada en la segunda parte. Me atrevería a decir que el once inicial de ayer del Sevilla sería carne de cañón en Primera División, siendo más que favorito al descenso. Obviamente, es una prueba más de que se ha errado notablemente en la confección de la plantilla, ya que, a pesar de las lesiones, el equipo suplente no puede, ni debe, dar la imagen de ayer. Incluso si al equipo titular se le priva de Banega y Gameiro, ya pierde mucho potencial. Si ponemos, como dije antes, a suplentes, suplentes de estos y canteranos, el nivel ya da para muy poquito.
Entiendo perfectamente que haya aficionados que, ante la contundencia del resultado, estén convencidos o piensen en la posibilidad de que haya habido amaño. Pero no, es simplemente que no hay jugadores para más. Eso sí, posiblemente, si hubiera habido algo en juego, no se habría dado el bochornoso resultado de 1-4.
Los goles encajados por el Sevilla tampoco ayudan a los suspicaces a despejar dudas de si hubo arreglo o no. En el primero, una jugada defendida calamitosamente –como se han dado muchísimas esta temporada–, permite a Cuenca batir a Beto, a placer. En el segundo, hasta tres jugadores del Granada van a rematar al punto de penalti un centro lateral, no encontrando apenas oposición. El tercero llegó en un penalti absurdo e innecesario, delante de las narices del árbitro, cometido por Diogo –ya conocemos al portugués. No se le puede pedir mucho–. Y el cuarto llegó en una jugada de falta de entendimiento entre Carriço y Diogo, de esas de que «si voy yo», «si vas tú», y al final el que se la llevó fue Cuenca, que también marcó a placer.
Es decir, cuatro goles perfectamente evitables, como el 90% de los encajados por el Sevilla en esta triste temporada. Triste temporada en liga, por supuesto, donde no se ha sido capaz de ganar un partido fuera –en Bilbao también jugará un once de pena– y donde, casi milagrosamente, se ha conseguido la séptima plaza. En Copa del Rey y Europa League se ha triunfado, al menos económicamente. Queda por ver si también se triunfará en lo deportivo.
Lo único bueno del partido fue el debut de Diego González, que tuvo además la fortuna de mandar al fondo de la red, de tacón, el primer balón que le llegó. Casi el debut soñado, si no llega a ser por la derrota.