Llegaba el Sevilla a Villarreal a la misma distancia de los puestos de descenso que de los europeos. Era un partido crucial, el partido idóneo para dar el golpe «en lo arto de la mesa» y decir «aquí está el Sevilla». Pues no. Y fue que no, porque el Sevilla que saltó al cesped fue el que estamos acostumbrados a ver fuera: sin alma, sin calidad, sin ambición, sin concentración, sin suerte y sin el más mínimo respeto por el árbitro de turno, que en esta ocasión también pudo pitar, perfectamente, tres penaltis a favor del Sevilla, en faltas cometidas sobre Gameiro, Vitolo y Ramí.
La primera parte fue penosa, pero, en general, igualada en cuanto a posesión del esférico. La diferencia fue los primeros minutos, donde los amarillos cercaron el área sevillista, y un golpe de fortuna, en la jugada del 1-0, tras una serie de rebotes en el área.
En la segunda parte, el Sevilla, incomprensiblemente, tampoco fue a por el partido, hasta que íbamos 2-0. Demasiado lastre, teniendo en cuenta, además, las circunstancias.
Emery, o se pasa o no llega. O tarda un mundo en hacer los cambios, o, como en el día de hoy, hace los tres quedando aún veinte minutos por delante, sin contar el descuento. Y, claro, pasó lo que tenía que pasar: que se lesionó Gameiro y, encima, va y nos quedamos en inferioridad numérica.
El partido de hoy ha dejado en evidencia muchas cosas, y una de ellas es que cuando Banega está en forma, como se vio en el último partido ante el Getafe, el Sevilla es otro.
No quiero acabar sin hablar del misterio N’zonzi. ¿Cómo es posible que un jugador que es considerado uno de los mejores centrocampistas en la Premier y que ha costado unos ocho millones de euros, no sea capaz de devolver un balón en un saque de banda? Supongo que N’zonzi será mucho mejor jugador de lo que se le está viendo, porque, si no, no me lo explico.
Ojalá la lesión de Gameiro no sea grave, porque es nuestro mejor delantero. ¿Se dignará Emery ahora a convocar a Inmobile?
Europa se pone lejísimos, y jugando como hoy, imposible. Si queremos ir a la Europa League –de la Champions, por ahora, ni me lo planteo–, tenemos que cambiar muchísimo.