Una pena de partido el de esta noche, pero perder es lo normal cuando tienes grandes jugadores delante y cometes errores graves, o gravísimos, en las dos áreas. No se puede fallar ocasiones de gol tan claras, ni ser tan poco contundente atrás.
Una pena de partido, porque si Emery no hubiera tenido al equipo en inferioridad numérica durante diez minutos, igual el resultado habría sido otro muy distinto. Estar con uno menos es una desventaja importante, ante cualquier rival. Ante el Madrid o Barcelona, puede ser decisivo. Y para nuestra desgracia, lo fue.
Una pena de partido, por el árbitro. González González no estuvo a la altura. Siempre barrió para el Madrid, en las faltas y, sobre todo, a la hora de mostrar tarjetas. Estuvo especialmente mal al final del partido, sólo otorgando tres minutos de tiempo añadido, cuando se habían realizado los seis cambios y había habido notable pérdidas de tiempo durante el partido. Pero lo que fue muy llamativo, hasta el punto de que no hay explicación posible, es que se permitiera sacar un córner cuando había un niño en el centro del campo. Ni los asistentes avisaron al árbitro –o a éste le dio lo mismo–, ni, por supuesto, González González mandó repetir el córner. Pensaría que igual éramos capaces de marcar y todo.
Una pena de partido, porque el Madrid era el peor Madrid de los últimos años. Un Madrid lleno de dudas y timorato, que sólo tiró cuatro veces entre los tres palos, goles incluidos.
Una pena que el gran partido de Reyes no sirviera, ni siquiera, ni para sumar un mísero punto. Porque, a mi modo de ver, por entrega y fútbol, el Sevilla FC mereció los tres.
Una pena de partido.