Buen partido el que hizo ayer el Sevilla. Aunque parezca lo contrario, no es fácil dominar el partido por completo ante un equipo como el Eibar y, lo que es más importante, que apenas te haga ocasiones de gol.
Al Eibar lo conocemos todos. Es más, hace la única clase de juego que puede permitirse un club con un presupuesto de quince millones de euros. Es decir: encerrarse atrás, encomendarse a la Diosa Fortuna e intentar sorprender a balón parado o al contragolpe. Y le salió casi a la perfección, llevándose un punto que premió su gran trabajo defensivo. Y es que el Eibar fue un equipo que luchó cada balón, presionando durante los 90 minutos, siempre preparado para pegar un zarpazo mortal a la contra.
Ese zarpazo pudo llegar, en la única ocasión que tuvieron los norteños, pero lo evitó Beto en una gran intervención. No era nada fácil parar, con un terreno rápido por las lluvias, un disparo fuerte, ajustado y raso.
Por lo demás, las ocasiones se sucedieron constantemente a favor del Sevilla, pero sin acierto para colarla entre los tres palos. Y cuando se consiguió, ahí estaba Bacca, que vive demasiado en fuera de juego, para echar a perder el gol de M’Bia.
Una vez más, no alcanzo a comprender el empecinamiento de Emery con poner de titular a Banega y a un lateral derecho en el lateral izquierdo, a pierna cambiada.
En cuanto a Banega, fue un lastre. El argentino no estuvo bien, con muchas pérdidas de balón y ralentizando en demasía el juego. Una pena, porque Denis Suárez, como demostró durante el tiempo que estuvo sobre el terreno de juego, tiene más desborde y velocidad, cualidades que se echan mucho de menos cuando se tiene enfrente a un rival como el Eibar.
Por otro lado, me imagino que a Fernando Navarro y a Kolo tiene que sentarles como una patada en el estómago el que Diogo sea titular en detrimento de ellos. Ya tiene que tener poco confianza Emery en sus habilidades para que prefiera poner a Diogo, quien, dicho sea de paso, no es nada del otro mundo.
El árbitro, el catalán Estrada Fernández, fue una china más en el camino. Desastroso. Pudo pitar un par de penaltis a favor del Sevilla, pero, seguramente, ni se le pasó por la cabeza. Se vio su talante cuando en la recta final, en una ocasión peligrosísima, en una falta en la frontal del área, no quiso poner la barrera a la distancia reglamentaria.
Al final, un punto para cada uno. Punto que, aunque sepa a poco, hay que valorar en su justa medida. He visto muchísimos partidos como el de ayer, pero con la diferencia de que el rival acabó marcando en su única ocasión de gol. Y puedo asegurar que se sale del estadio con un cabreo enorme. Es cierto que el punto sabe a muy poco, pero es evidente que, si no se puede sumar de tres en tres, hay que hacerlo de uno en uno. Después de todo, se consiguió el mejor resultado posible cuando se es incapaz de marcar goles.