Parece que fue ayer, pero hoy hace una semana que Rakitic levantó al cielo de Turín nuestra cuarto título europeo. Que se dice pronto.
Ya lo avisaba el Sevilla desde que salimos de San Pablo: Vamos a por nuestra Copa.
La ciudad que tuvo el privilegio de entregarnos el trofeo fue Turín. La verdad es que la ciudad me gustó. Tiene lugares muy interesantes, como la Mole Antonelliana (símbolo de la ciudad y que aparece en las monedas de dos céntimos de euro de Italia), iglesias, el museo Egipcio, el Palacio Real, el Duomo o la basílica de Superga –junto al río Po–, aunque eché en falta más lugares de restauración, puesto que los pocos que habían estaban saturados.
Me dio la impresión de que Turín no estaba preparada para acoger a un acontecimiento deportivo de tanto nivel, y me llamó la atención lo mal organizado que estaba todo. La organización no tenía nada que ver con las finales de Mónaco, Glasgow o Eindhoven.
Por ejemplo, mi principal preocupación durante todo el viaje era cómo llegar, al finalizar el partido, al aeropuerto de Turín, llamado Torino Caselle, que está a 16 kilómetros de la ciudad. Mi avión salía a las 4.30 de la madrugada. Si había prórroga y penaltis –como así fue– podría echarse el tiempo encima en caso de que no hubiera taxis, y había que pensar en todos los medios posibles de transporte. Pues bien, ni en mi hotel, ni en las oficinas de turismo, ni el personal del estadio, ni los policías, sabían indicarme cómo llegar al aeropuerto a partir de las 12 de la noche. Menos mal que se me ocurrió preguntar en una parada de tranvía cercana al estadio –en inglés, por supuesto, porque yo de italiano sólo sé decir «Ragazza» y poco más 🙂 –, y allí ya me indicaron que, al finalizar el partido, habría autobuses gratuitos que irían directamente al aeropuerto. Pero la gran mayoría de los aficionados no se enteraron de estos autobuses, que parecía una medida improvisada de última hora, y muchos fueron hasta la ciudad y cogieron taxis –por el estadio no había muchos y además costaban entre 30 y 50 €–. Lo suyo habría sido poner carteles en inglés, portugués y español en las dos Fan Zones, indicando los diferentes medios de transporte para llegar al estadio y al aeropuerto. Pues nada de eso. Cada uno tuvo que buscarse la vida.
Y para el traslado de la Fan Zone al estadio el mismo caos. Se supone que saldrían 150 autobuses desde la Fan Zone, pero si salieron, lo hicieron tarde. Los pocos que vi, iban tan llenos que la gente parecía sardinas en lata. Yo me cansé de esperar y tuve que coger un tranvía, que estaba tan atestado que, si se caía una moneda, no llegaba al suelo. Y encima, estaba lleno de aficionados del Benfica y del Sevilla, que se dedicaron a rivalizar a ver quién cantaba más alto y quién golpeaba más fuerte el techo y las paredes del tranvía, que sirvieron de tambores. Vamos, una delicia los 45 minutos de viaje hasta el estadio. Porque el Juventus Stadium está lejísimos del centro de Turín, más o menos calculo que la distancia entre Utrera y Sevilla.
Por cierto, de nuevo, la Fan Zone no tenía nada que ver con las de otras finales. Yo estuve allí poco tiempo, pero, según me dijeron, al principio no había ni servicios públicos. Más tarde pusieron algunos, pero pocos, con lo que las opciones eran regar los Jardines Reales o a esperar largas colas. La mayoría optó por lo primero.
Antes de entrar al estadio, dos cosas que me llamaron la atención:
1º.- La política de UEFA, que pone una tienda oficial a precios prohibitivos. Pretendía comprar tres gorras conmemorativas del partido, pero no contaba con que costarían 25 euros cada una. Así que me quedé con las ganas y me fui sin comprar ninguna. Si las hubieran puesto a 7 u 8 euros, o incluso a 10, habría comprado las tres. Y con esos precios habrían sacado un gran margen de beneficios. La verdad, no entiendo la política de precios de las tiendas oficiales de la UEFA. Ellos sabrán.
2º.- El que me registró la mochila era personal de UEFA y lo hizo superficialmente. Parecía más interesado en que no intentara colar agua en el estadio que en que pudiera meter una navaja o bengala. En otras finales ha sido la propia policía la que se ha encargado de hacer el registro, que pienso que es como debe hacerse.
El estadio me pareció bonito, pero algo incómodo. Muy buena megafonía, unos excepcionales marcadores dobles –con dos pantallas cada marcador, una en alta definición y otra con más baja definición, ésta última mirando hacia las gradas de gol–, pero con pocos servicios y muy poca distancia entre asientos. La distancia era mínima, de manera que era incluso complicado pasar por delante de alguien, aunque se pusiera de pie.
Tuve la mala suerte de que me tocó justo detrás de la portería. Eso normalmente es bueno, pero yo estaba reventadísimo, después de patearme Turín de cabo a rabo desde las primeras horas de la mañana. Así que mi intención era descansar durante el partido. Pues mi gozo en un pozo. Resulta que los Biris no se sentaron en todo el partido, y lo mismo tuvimos que hacer toda la grada de detrás, si queríamos ver algo. Y encima también me tocó estar debajo del tifo, con lo que no vi casi nada de la ceremonia de apertura y también tuve que respirar el humo que algún gilipollas provocó al encender una bengala o quemar algo.
Pero todo mereció la pena. Se te va todo cansancio cuando Rakitic levanta la Copa y el cielo se llena de papelillos rojos y blancos.
Después de la alegría, otra vez la penuria: Una vez en el aeropuerto, de nuevo la mala organización: Mostrador 18, estamos esperando y nos avisan que se cambia al número 1. Una vez cruzado el aeropuerto de punta a punta, nos vuelven a avisar que se cambia a la puerta 17. Otra vez a dar un paseo por el aeropuerto. Menos mal que un sevillista se dedicó a hacernos la espera más placentera. Resulta que se dio cuenta de que los altavoces de los puestos de entrada a las puertas de embarque estaban conectados, y puso por la megafonía del aeropuerto el himno de El Arrebato, chistes relativos al eterno rival o el ya famoso comentario-metedura de pata de Albelda. A quienes no le hizo tanta gracia este asunto de manipular la megafonía del aeropuerto fue a los Carabinieri y a la policía, que buscaban, con cara de muy pocos amigos, al autor de los hechos. Que yo sepa, no lo trincaron. Pero si lo hicieron, supongo que se le caería el pelo.
Lo malo es que cualquier situación, por mala que sea, siempre es susceptible de empeorarse. Así que tuve que esperar dentro del avión una hora de retraso, por una duplicidad de asientos de Vueling. Y lo malo no es esperar la hora, que ya molesta, sino hacerlo en un avión que parece que se ha construido para enanos. Yo no soy muy alto, pues mido 1’80, pero ya era para mí un auténtico suplicio esperar dentro del avión. Así que no me quiero imaginar cómo lo pasaría una persona que mida 2 metros. Imagino que tendrían que cambiarle de asiento, porque allí era imposible que viajase, y no se puede ir de pie. Pienso que no se puede tratar a la gente así y que debería haber una distancia mínima entre asientos, por ley. Quizás sea mucho pedir, pero me parece de lo más lógico.
Pero bueno. Como digo, mereció la pena, puesto que logramos nuestra tercera Copa de la UEFA.
Esta Copa será recordada, entre otras cosas, por la remontada ante el Betis y el Oporto, por el gol de M’Bia, por las canciones de Rafael y Rafaela (Carrá), y por el comentario de Albelda. Y cómo no, por las paradas de Beto en la tanda de penaltis y por el gol decisivo de Kevin Gameiro.
Parece increíble, pero sólo hace una semana que conseguimos el último título y ya tengo ganas de otro. 🙂 Ya tengo ganas de más Sevilla Fútbol Club.
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