En unas horas me largo a Turín. Seré uno de los privilegiados que podrán contemplar, en vivo y en directo, el histórico partido que disputará el Sevilla Fútbol Club con el Benfica de Lisboa.
A priori, los portugueses son un poderosísimo rival. Muy bien tendremos que hacer las cosas para traernos la tercera copa de la UEFA, puesto que nuestros rivales se han entretenido en eliminar a equipos muy potentes, como el Tottenham o la Juventus, que era el principal favorito para alzarse con el título y que se ha proclamado campeón de la liga italiana hace unos días.
También es cierto que nosotros nos hemos quitado de enmedio a rivales que no eran moco de pavo, como el Oporto o el Valencia, pero hemos pasado muchos apuros ante el Betis, al que superamos en la tanda de penaltis, y, sobre todo, con el mismo Valencia, al que eliminamos en el último minuto.
Confío en que la bisoñez de buena parte de nuestra plantilla no nos pase factura en la final de pasado mañana. La experiencia cuenta muchísimo en partidos de alto nivel, y pienso que al equipo le faltó carácter en partidos como los disputados en Oporto y Valencia, donde el rendimiento estuvo muy por debajo de lo esperado. El Benfica está mucho más curtido en este aspecto, aunque las importantes bajas que presentarán los lisboetas podrían equilibrar la balanza.
Me gustaría que mi equipo saltara al terreno de juego con Carriço en el centro de la defensa, acompañando a Fazio, y con Iborra en el centro del campo, formando dupla con M’Bia. Pero mucho me temo que me voy a quedar con las ganas, porque Emery ha demostrado en más de una ocasión que, mientras él sea entrenador, a Pareja no lo quita nadie del equipo titular.
Me muero de ganas por llegar a Turín y respirar el ambiente de las finales europeas, esa atmósfera que envuelve a los grandes partidos, y comenzar a empaparme de sevillismo.
En cualquier caso, ya sea para bien o para mal, gracias Sevilla FC por hacerme revivir las sensaciones indescriptibles que provocan las finales. Viajo con la ilusión de ver levantar el tercer paragüero –bendito paragüero–, aunque también soy plenamente consciente de la dificultad de la tarea.
Veremos qué pasa. Yo voy bien armado con mi radiante camiseta blanca, mi bandera carmesí del centenario y el himno del arrebato. Seremos unas diez mil almas sevillistas. Lo daremos todo en el campo. Tampoco vendría mal que la Diosa Fortuna se acordara de nosotros y nos echara una manita. Aunque sólo sea la pizca de suerte necesaria para ganar los partidos.
Y pase lo que pase: ¡Viva el Sevilla!
Te deseo toda la suerte del mundo y que os traigais la copa para Sevilla, yo estuve en Glasgow y la traje
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