Inocente de mí, creía que el Sevilla no tendría problemas para ganar en Eslovenia, pues consideraba a nuestro equipo muy superior. Pero este Sevilla de Emery ya no supera a casi nadie, ni siquiera a un rival que en la liga española, muy posiblemente, estaría luchando por no bajar a Segunda División.
La primera parte fue para olvidar. No sé muy bien a qué se jugaba, pero sí sé que el llegar con 1-0 al final de los 45 minutos fue totalmente merecido. No se puede hacer tan poco y tan mal. Y el Maribor sólo tuvo que aprovechar una de las pocas ocasiones que tuvo, ante una defensa lenta y frágil, para meternos el miedo en el cuerpo.
En la segunda parte se mejoró algo, lo suficiente como para darle la vuelta al marcador, con goles de Gameiro y Fazio. Pero entonces llegó lo más lamentable del partido: una falta de ambición total, tanto por parte de los jugadores como de Emery. Con el rival grogui, aturdido y desanimado por el segundo gol, incomprensiblemente, el Sevilla se dedica a perder tiempo, a mover sin sentido el balón en la zona de atrás y con un juego horizontal y parsimonioso capaz de aburrir al más animoso de los aficionados. Y en una de estas, como si fuera un justo castigo a tanta inoperancia y falta de ambición, llegó el empate. Como no podía ser de otra manera, el Maribor no tuvo que hacer mucho, ni siquiera fue necesario llegar al área. Vršic tuvo toda la tranquilidad y tiempo del mundo para soltar un misil ante el que poco pudo hacer Varas.
Uno de los graves problemas que tiene Emery, y por consiguiente el Sevilla, es que no sabe leer los partidos: No sabe cuándo lanzarse a la yugular del rival o cuándo replegarse y salir a la contra. Y si hace falta perder tiempo, pues se pierde, pero nunca ante un rival tan inferior como el Maribor. En estos casos hay que ir, sencillamente, a machacar al rival y a sentenciar la eliminatoria. Pero perder tiempo, de la manea tan bochornosa como lo hizo ayer el Sevilla, es hasta una falta de respeto hacia el aficionado que paga una entrada y para el que lo ve por televisión.
El empate a dos sabe a muy poco, pues se perdió una oportunidad de oro para dejar la eliminatoria prácticamente sentenciada. Visto lo de ayer, no tengo nada claro que vayamos a pasar la eliminatoria, porque este Sevilla últimamente no hace nada bien: ni los jugadores combinan, ni se ofrecen, ni se desmarcan, ni presionan, ni defienden o atacan bien –fallamos muchísimas ocasiones claras de gol, como la de Iborra, con toda la portería para él–, ni tenemos ambición… Con todos estos defectos, es casi increíble que nos hayamos traído un empate que, en una eliminatoria, se puede considerar un buen resultado.
Habrá que rematar la faena en el Ramón Sánchez Pizjuán. Para ello habrá que estar algo acertados y confiar en que Emery, por fin, se dé cuenta de que Pareja es un estorbo y que da mucha fragilidad a la defensa, de que Carriço no aporta nada en el centro del campo y que su lugar es, precisamente, el que ocupa Pareja; y de que hay jugadores, como Cheryshev o Kevin Gameiro que no merecen la titularidad. Por cierto, el francés ayer, al menos, coló una –sólo tuvo que empujar el balón en la línea de gol–, pero mucho tiene que mejorar para que este fichaje no acabe en fracaso. Desde mi punto de vista, está siendo verdaderamente decepcionante, aunque confío en que no sea tan mal jugador como aparenta. Digo yo que, si ha llegado a la selección francesa y al Paris Saint Germain, será por algo.
Me parecería imperdonable que no pasáramos la eliminatoria ante el Maribor. Por dos motivos: porque el rival es de lo mínimo que se despacha, y porque en la siguiente ronda, casi con toda seguridad, nos esperará un equipo ruso que tampoco es gran cosa y que, además, está en pretemporada.
No podemos fallar. ¿O sí?