Cuesta trabajo creerlo pero Cristiano Ronaldo fue expulsado en San Mamés. Seguramente, el santo intercedió para ello, poque es casi milagroso que expulsen a un jugador del Madrid por lo que hizo. El valiente o incauto que se atrevió a tal hazaña fue el valenciano Ayza Gámez, quien probablemente irá a la nevera y será sacrificado públicamente por los medios de comunicación nacionales.
La jugada recuerda mucho a las que sufrió Medel con Cesc y el exbético Cañas. Está claro que Cristiano fue el pardillo, y donde hay un pardillo, hay un listo. En esta ocasión el listo fue el más listo de todos: Gurpegui. Que es tan listo que debería estar sancionado por doping, pero ahí está el tío, jugando todo lo que puede y más.
Cristiano Ronaldo, con el balón parado, le da un suave golpecito a Gurpegui y éste teatraliza la acción, como si estuviera en Broadway, y se tira al suelo, fingiendo descaradamente una agresión que no fue tal y que dio como resultado la expulsión del portugués.
Un buen árbitro habría mostrado tarjeta amarilla a Cristiano Ronaldo, por tonto y por provocar a un rival, y tarjeta amarilla a Gurpegui, por fingir una agresión. Y un buen Comité de Competición cambiaría la tarjeta roja por amarilla y sancionaría duramente a Gurpegui, por antideportivo, al estilo de lo que ocurre en la Premier.
Lo que ocurre es que nuestra liga no es la mejor liga del mundo, como es la inglesa, y aquí al «listo» se le dice «pillo», y se le alaba y se le ríe la gracia, y casi con toda seguridad Gurpegui saldrá impune de esta acción, como ya se fueron de rositas, en su día, Cesc y Cañas.
Cristiano Ronaldo está en la misma situación que estuvo nuestro exjugador Gary Medel, y con él no tuvieron piedad. Aunque las imágenes mostraron claramente que no agredió a sus rivales, los Comités le sancionaron con varios partidos de sanción.
Ahora bien, ¿ocurrirá lo mismo con Cristiano Ronaldo? Supongo que sí, porque además el árbitro recogió en el acta que, mientras el jugador madridista se retiraba a los vestuarios, se golpeaba con la palma de la mano su mejilla, dirigiéndose al linier. Ese agravante no debería pasarse por alto por ningún comité, pero en esta liga de mierda puede ocurrir cualquier cosa.
Se admiten apuestas.