Partido aburridísimo el que nos obsequió el Sevilla en la tarde-noche de ayer. Si la primera parte fue mala, la segunda fue aún peor. Pienso que los escasos aficionados que fuimos al estadio nos merecimos, al menos, que viéramos a nuestros jugadores correr tanto como el rival. Sin embargo, el Sevilla pretendía jugar andando, con una falta de intensidad alarmante, quizás confiado en una victoria que se presuponía fácil, máxime cuando el primer gol llegó en el minuto 7, tras sensacional jugada de Reyes, bien finalizada por Gameiro.
Y, prácticamente, eso fue todo. A partir de ahí, nada de nada. Nos dejamos ir, y apenas creábamos ocasiones de gol. Pero este hecho no fue provocado solamente por nuestra falta de intensidad, sino que también tuvo mucho que ver nuestro rival. Daba gusto ver cómo se replegaban los portugueses. Cuando parecía que podíamos salir al contragolpe, en un santiamén ya habían recuperado su posición.
Precisamente, ese orden que tenían los portugueses fue lo que nos faltó en los últimos minutos. Y con esa falta de orden –fundamental en fútbol–, y también con falta de oficio, pues pasó lo que tenía que pasar y lo que se veía venir: defensa excesivamente atrasada, portero que no sale, pérdida de balón de Jairo… y gol.
El tema de la defensa demasiado atrasada, yo es que no lo entiendo. No entiendo, en primer lugar, por qué los jugadores se echan tan atrás –sobre todo cuando el Estoril ya atacaba a la desesperada–, pero lo que entiendo aún menos es por qué Emery lo consiente, o no lo corrige.
En definitiva, partido nefasto, pero que sirvió para lograr la clasificación para la fase de eliminatorias. Eso sí, ayer quedó claro que tendremos que mejorar mucho, si no queremos caer a las primeras de cambio. Porque ya no será el Estoril al que tengamos enfrente, sino equipos muchos más poderosos.