Esta frase que tanto se escucha en los medios de comunicación, a mí me parece una verdadera estupidez. Al menos, en lo que se refiere al Sevilla no se da nunca.
Es evidente que esta temporada no se ha hecho una buena planificación deportiva, pero me parece igual de evidente que también estamos recibiendo un trato muy injusto por parte del estamento arbitral y de los organismos disciplinarios.
Esta temporada hemos tenido que soportar arbitrajes escandalosos, tan extraños que probablemente no volverán a repetirse en el mundo del fútbol. El de ayer, del madrileño Del Cerro Grande fue, simplemente, otro más que añadir a la lista.
Es curioso lo de Del Cerro Grande. Es un árbitro que, no sé muy bien por qué, está ganándose fama de buen árbitro, cuando a mí me recuerda en demasía a otros árbitros ilustres como Pérez Lasa o Iturralde, que son de la misma escuela que Muñiz Fernández o Mateu Lahoz. Es decir, el típico árbitro que es capaz de hacer un arbitraje lamentable, lleno de errores, y quedarse tan tranquilo, aparentemente sin ningún tipo de remordimiento de conciencia y sin ninguna intención de, ni siquiera, pedir perdón, como ocurre en otros países.
Pero más allá de arbitrajes especialmente llamativos, como el de Muñiz Fernández en Barcelona, contra el Español –expulsó a Reyes por sacar una falta–, los dos de Mateu Lahoz, contra el Barcelona y Athletic Club de Bilbao, y el de ayer de Del Cerro Grande –seguro que se me olvida alguno que otro–, lo que más me llama la atención es un detalle que se da en casi todos los partidos: la diferente vara de medir a la hora de señalar faltas o enseñar tarjetas. Esto es algo que se viene repitiendo continuamente. A nosotros ya nos pueden pegar codazos en la cara en cada salto, que el rival, o no ve tarjeta o, en todo caso, es amarilla. Si lo hacemos nosotros, es roja segura.
Y mejor que vayamos preparándonos para el arbitraje del Sevilla-Atlético de Madrid, porque seguro que será más de lo mismo.
Lo cierto es que, entre los arbitrajes escandalosos y los sibilinos, se nos han ido bastantes puntos. Y ya si pensamos en los que se han ido por errores absurdos de nuestros jugadores, entonces ya es para echarse a llorar.
Ahora bien, ¿es casualidad esta falta de respeto de los estamentos arbitrales y comités disciplinarios ante el Sevilla y su afición? Hace mucho tiempo que no creo que en las casualidades. Al menos, en el fútbol.