La liga española es muy mediocre, tremendamente mediocre. Nada se salva: ni Federación (comités disciplinarios), árbitros, ni mucho menos los equipos que la componen.
Esa mediocridad que muestra el Sevilla cuando juega fuera de casa es, principalmente, lo que nos está quitando, poco a poco, las esperanzas de conseguir el objetivo europeo. Sin embargo, la mediocridad no es exclusiva de nuestro equipo, y tras los resultados de ayer, vemos que los puestos de Europa League están a seis puntos. Quiere esto decir que dependemos de nosotros mismos y que el objetivo está al alcance de la mano si hacemos medianamente bien las cosas.
Ahora bien, teniendo esto en cuenta, lo que me hace ser pesimista es que, hasta ahora, el equipo ha sido incapaz de ganar tres partidos seguidos, y dadas las circunstancias –sin apenas centrales ni delanteros, y los árbitros machacándonos jornada tras jornada–, parece poco menos que imposible que cambiemos la dinámica en esta recta final de campeonato. Hemos tirado tantísimos puntos a la basura que, prácticamente, sería una hazaña el revertir la situación.
Lo que hace especialmente duro este final de liga es el pensar que, no hace mucho tiempo, teníamos unos cuantos jugadores de tanta calidad que, en esta liga tan paupérrima, no habrían tenido ningún problema en clasificarse para la Champions. Pero los tiempos han cambiado. Vaya si han cambiado. Por ejemplo, hemos pasado de tener a Luis Fabiano, Kanouté, Negredo y Koné a tener a Negredo y Babá. Y no hablemos de los centrales, donde ya el tema es sangrante.
Me da a mí que la renovación del equipo no se ha hecho de manera adecuada. Para la próxima temporada no deben cometerse más errores. Debe construirse un equipo compensado y competitivo, y con menos presupuesto. Es un reto complicado, pero factible. Y todos tenemos que tener claro que no se puede fallar más.