La preocupación que tengo no es por el resultado de ayer. Ni siquiera es por el pésimo juego mostrado. Mi preocupación es debido a que, independientemente de equipo a que nos enfrentemos, sea de la parte alta o baja de la tabla, siempre me da la impresión de que los jugadores rivales presionan más que los nuestros, corren más, se apoyan más y mejor, tienen mejor disposición en el terreno de juego, atacan con más sentido y más peligro, tienen más agresividad y defienden muchísimo mejor. Con lo cual, nos suelen superar sin muchos problemas, como ocurrió, sin ir más lejos, ayer mismo.
La Real Sociedad estaba por debajo de nosotros, pero fuimos incapaces de parar su juego sencillo y previsible. Les bastó un poco de orden y aprovechar algunas de las claras ocasiones de gol que regaló nuestra triste línea defensiva. Fueron superiores en todo, de principio a fin: en toque, orden, pegada, control del partido, agresividad… La agresividad, esa cualidad tan necesaria y tan escasa en nuestro equipo. Si ya de por sí el Sevilla es un equipo poco agresivo, si ya le quitamos a Medel y Spahic, apaga y vámonos.
Pero tampoco es cuestión de alinear a un par de jugadores para solucionar el problema. Ojalá fuera tan sencillo. El problema es mucho más grave, pues tenemos todos los síntomas de un equipo aspirante a bajar a Segunda División: defensa débil, un centro del campo que ni crea ni destruye, y una delantera pésima. En realidad, no es una delantera, sino un delantero, ya que Negredo parece ser el único que puede jugar ahí. Parece que es inamovible, por muy mal que lo haga. Quizás le vendría bien el banquillazo que lleva pidiendo a gritos desde hace mucho tiempo, pero eso lo debe decidir el entrenador, y, hasta ahora, los dos han confiado en él a ciegas.
Mención aparte merece la línea defensiva de ayer. Cala jugó los primeros minutos con el Sevilla esta temporada, y para mí, fueron muy decepcionantes. Se mostró inseguro, perdió la posición en muchas ocasiones y cometió, al igual que Coke y Fernando Navarro, errores al hacer –más bien por no hacer– el fuera de juego. Claro está que por un solo partido no se puede juzgar a un jugador, pero como repita actuaciones como la de ayer, mucho me temo que la venta de Cáceres habrá sido un error mucho más grave del que ya preví en su día.
Después del bochornoso espectáculo de Anoeta, donde perdemos año tras año sin remedio y casi por tradición, recibí con meridiana claridad el mensaje: el objetivo este año es la salvación. Es duro hacerse cargo de esto, porque el objetivo inicial era la Champions, pero visto lo visto, más nos vale a todos que afrontemos la realidad cuanto antes. Y cuando digo todos, me refiero a todos: Directiva, jugadores, cuerpo técnico y afición. El Ramón Sánchez Pizjuán no puede volver a ser un estadio silencioso, donde lo único que se oye es el murmurar de la gente. La afición tiene que darse cuenta de que es bonito estar a las maduras, pero también hay que estar a las duras, aunque guste menos. Sólo si hay una fuerte unión entre todos los estamentos del club podremos salir del oscuro pozo donde nos hemos metido.
Ahora bien, ¿estamos preparados para cambiar el objetivo? Me da la impresión de que ni la afición y, sobre todo, la directiva son capaces de afrontar la realidad. Ojalá me equivoque, porque, si no, lo único que se consigue es agravar aún más el problema.
Así pues, basta de mirar hacia arriba, ya hay que mirar hacia abajo. No valen más excusas, porque el descenso está a sólo tres puntos, y lo peor es que los equipos y aficiones que están por debajo, a diferencia de nosotros, están acostumbrados a deambular por esa zona. Lo cual hace mucho más peligrosa nuestra situación.
La situación es que mostramos una nula capacidad de reacción, estamos estancados en los 26 puntos y bajamos puestos en la clasificación de manera más que alarmante. Hasta el partido del Madrid éramos uno de los equipos menos goleados e hicimos algunos partidos donde creamos muchas ocasiones de gol. Parece que aquello pasó a la historia, porque hace mucho que no se ve. Ahora tenemos que contemplar unos jugadores a los que, aparentemente, les falta calidad –para mí, no hay duda de que la tienen– , sin alma, sin pundonor, sin ideas.
Viendo el partido, pensé que en nuestro filial hay jugadores más capacitados que los que nos representaban ayer. Quizás una solución fuera esa: darle la oportunidad a unos cuantos jugadores jóvenes, llenos de ilusión, velocidad y agresividad, tal y como hizo Julián Rubio en su día, que llegó a subir a cinco jugadores de una tacada. Creo que eran Velasco, Luque, José Mari, Salva y Loren. Pero tengo claro que eso no lo hará nunca un entrenador que no sea de la casa. Así que seguramente no tendremos más remedio que confiar en los que tenemos ahora.
Situación difícil, muy difícil, de la que sólo se sale con victorias. La cuestión es, ¿a quién podemos ganar en el estado en que nos encontramos? Eso es lo que me preocupa. Y me preocupa muchísimo.