La situación es grave. Tras la derrota ante el Málaga estamos perdidos en mitad de la tabla y el equipo muestra defectos más que preocupantes: la defensa es lenta y está falta de calidad, el centro del campo tiene muchas dificultades para crear juego y pierde con una facilidad pasmosa el balón, y la delantera necesita que se creen muchas ocasiones de gol para materializar alguna de ellas. En este plan, parece casi imposible imponerse a los rivales, por muy flojos que sean. No hemos sido capaces de ganar a Rayo Vallecano, Levante, Betis, Granada, Santander… Y si no ganamos a estos equipos, ¿a quién vamos a ganar? Llevamos una racha de dos puntos de dieciocho. Cifras de descenso.
En el banquillo, Marcelino parece estar perdido. Sigue sin contar con la cantera y se empeña en poner una y otra vez a los mismos, aunque no estén para nada. Pasan los meses y nuestro entrenador se muestra incapaz de conseguir dar una imagen de equipo, una imagen de solidez. Si seguimos siendo tan vulnerables en defensa, no iremos a ningún lado. No se puede permitir que nos encajen los goles de ayer, ambos perfectamente evitables. Como casi todos los que nos hacen. Una buena defensa es la base de todo equipo, y si falla la base… batacazo seguro.
Pero cuando sólo se ha sido capaz de conseguir 26 puntos de 60 posibles, es que fallan muchas cosas, y no sólo el entrenador. Para empezar, la planificación en pretemporada, que ha dejado mucho que desear. También falla la actitud de los jugadores, que parecen faltos de motivación y de concentración. Y, para finalizar, los árbitros nos siguen machacando jornada tras jornada, con un doble rasero descarado y sospechoso. Habrá quien piense que quejarse de los árbitros es de perdedores, pero es que no es algo puntual, sino que es continuo. Nos llueven las tarjetas aunque apenas hagamos faltas, mientras los otros equipos prácticamente tienen patente de corso.
Ayer se perdieron tres puntos más, ante un rival directo, y dando una impresión paupérrima. Pero podría haber sido incluso peor. Parece increíble que Negredo resistiera la brutal entrada de Izco. Es casi un milagro que no haya acabado para él la temporada.
Eso es precisamente lo que más me preocupa: el dicho de «cualquier situación, por muy mala que parezca, siempre es susceptible de empeorarse». Claro que, si va a peor, algún cambio tendrá que haber. Y más vale que sea pronto. ¿O simplemente vamos a contemplar cómo nos estrellamos sin intentar nada?