Nunca me han gustado los derbis. Son partidos donde el Sevilla siempre tiene más que perder que el Betis. He visto derbis desde que era pequeño, y casi siempre, quitando quizás cuando el Betis contaba con Jarni, Alfonso y Finidi, el Sevilla ha tenido una plantilla superior, con lo cual, todo lo que no fuera una victoria se podía considerar un mal resultado.
Mañana pasará lo mismo. A priori, será un partido más complicado de lo previsto, ya que tenemos algunas bajas importantes y el Sevilla, a pesar de lo que diga Marcelino, no llega en su mejor momento, que es algo que sí ocurre en el Betis. Y no llega en su mejor momento, sencillamente porque llevamos una racha nefasta, no sólo de resultados, sino también en cuanto a juego y goles. Lo hemos hecho tan mal en los últimos partidos, que hemos permitido al Betis, que tocaba con los dedos las posiciones de descenso, situarse a sólo tres puntos de nosotros. Lo cierto es que, por los motivos que sean, el Sevilla no acaba de despegar, y cuando juega bien, lo hace de forma intermitente.
Tampoco me gustan los derbis porque suelen ser partidos que ofrecen un pobre espectáculo sobre el terreno de juego. Quizás lo mejor sea el colorido y animación de las gradas, pero, por lo general, suelen ser partidos muy trabados, de mucha tensión tanto entre los propios jugadores como entre los aficionados.
Y al final, siempre ocurre lo mismo. Si gana el Sevilla, será lo normal, habrá tranquilidad en la ciudad y la vida sigue como si nada hubiera pasado. Pero si gana el Betis, esos béticos que estaban debajo de las piedras, dejarán su escondrijo para recordarte que ganaron y que son los mejores. ¡Y qué pesados pueden llegar a ser! Menos mal que son pocos y que ganan de higos a brevas.
Así que esperemos que gane el de casi siempre, y que el domingo sea un día tranquilito, de lo más normal. En todo caso, si no ganamos, tampoco será el final del mundo. Es algo que también puede darse, y más esta temporada, donde hemos fallado estrepitosamente contra los equipos de la parte baja de la tabla.
Y es que no conviene olvidar que en fútbol no siempre gana el mejor.